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Festejamos nuestros 50 años en Cuba

¡A festejar los 50 pirulos! Esa parece haber sido la consigna de un grupo de amigas que aprovecharon las vacaciones para recorrer las calles caribeñas y compartir los recuerdos que dejó la Promoción 80 de la Escuela Manuel Belgrano. Fotos imperdibles para un viaje inolvidable.

Cumpleaños de 50 de una mujer bombardeada por los cánones culturales de belleza, juventud eterna y los imbancables e inalcanzables 90-60-90:

Opción uno, festejarlo como un cumpleaños más.

Opción dos, hacer un minuto de silencio.

Opción tres, tirar la casa por la ventana, invitar a todos nuestros amigos y pensar  que cada arruga es una batalla ganada -líneas que no alcanzó a borrar el botox inyectado quince días antes-.

Opción cuatro: irte con seis compañeras de la secundaria a algún lugar soñado al que nunca tu marido o novio te va a llevar.

Por ejemplo: Cuba: Lugar en donde hay cero consumo, las mujeres no se depilan, no hacen culto de las siliconas y los implantes dentales, y es el sitio en donde, para tranquilidad familiar, la tarjeta de crédito estará sana y salva durante toda la estadía.

Esa fue nuestra opción. Combinamos licencias laborales, hijos abandonados, futuros maridos descubridores de deliverys, amantes resignados… No fue fácil, pero 36 años de amistad y estos 50 años llenos de problemas menopáusicos, baja autoestima, nidos vacíos y un catálogo grande de frustraciones que sólo las podés hablar con las amigas del alma nos impulsaron a tarjetear, gambetear dólares en el mercado negro, hacer trámites de la AFIP y, tras seis meses de preparativos partir a la isla, en nombre del 5ª 3ª de la Escuela Belgrano Promoción 80.

Si estás leyendo esta nota, lo aconsejable, lejos, es festejar tus 50 con amigas de la vida… esas que no pueden juzgar tu panza porque la tienen igual o más abultada; ni la tintura lavada, ni las canas, ni el pecho caído que te roza el ombligo. Esas que te permiten que no te depiles en todas las vacaciones porque saben que eso y el corpiño apretado son inventos maquiavélicos de alguien que nunca tuvo que consumir.

Pero, vayamos al viaje. Por LAN hacia Santiago, noche paga en el hotel Diego de Almagro, ir a pasear cerca de la Casa de la Moneda donde, atención, no hay vallados, los autos circulan por la mismísima puerta de la casa de gobierno, imagen de la que los argentinos nos hemos olvidado.

Tres horas y media a Lima. Cinco y media a La Habana. Y entramos a un mundo sin internet, ni wifi, todo detenido en 1959, año de la Revolución. Tres canales de tele, dos educativos, uno de noticias totalmente digitado: Cuba y Venezuela son países más que perfectos, mientras que lo único que llega de Estados Unidos son masacres, robos, asaltos, violaciones…

No hay propagandas ni en la tele, ni en las calles. No te incitan a consumir absolutamente nada. Al principio muy raro ver a la gente que no habla sola, con el móvil en la oreja.

Los cubanos se visitan, bailan apretaditos, no quieren irse de la isla, salvo para estar mejor económicamente. “Y el Gobierno nos da todo, pero ganamos  no más de 20 dólares por mes para los extras. En realidad vivimos de los regalos de los turistas” se quejaba un privilegiado que trabajaba en un hotel y que podía recibir propinas.

Pobreza digna. No te piden. Te dicen “qué linda tu camisa” o “cómo me gustaría tener una máquina de fotos así, porque aquí no hay”. Lo cual significa que si tu corazón generoso te permite deshacerte de esa prenda o artículo, has cumplido con tu cuota de generosidad diaria.

Todo fue expropiado en la Revolución. Ahora sólo se permite hacer algo a los privados en cuanto a manejo de taxis, artesanías y alojamiento y restaurantes  en casas de familia -deben pagar impuestos por esto-.

Cuba tiene una magia especial. Pero para el que nació en un sistema capitalista es muy duro poderse adecuar a una ración determinada de comida, o de jabón, o de lo que fuese.

En las calles no hay supermercados, ni locutorios, ni farmacias.

Los cubanos son sumamente cultos, saben de historia, de geografía, de filosofía… pero no pueden hablar mal de la Revolución ni de los Castro porque van presos.

Charlando con gente que ha ido, coincidimos en cuántos sentimientos contradictorios que nos surgen al ver personas tan preparadas y sin embargo sin aspiraciones de crecer laboralmente, porque saben que el salario va a ser el mismo siempre.

El hecho de ir con mis cincuentonas queridas,  además de hacerme revivir una época maravillosa de la juventud, me hizo ver que a esta edad ya las mañas se han convertido en rituales y que pese a que nos reímos desde que salimos hasta que llegamos, ya cada una armó su vida como pudo y que en el fondo todas sabíamos que este viaje era un auto-regalo para dejar en Mendoza los personajes creados para sobrevivir y sacar a relucir esas jóvenes llenas de sueños, que hoy viven realidades que muchas veces son muy dolorosas.

Regresamos con una inyección de vida. De amistad. De habernos llenado los ojos de arenas blancas, de mar turquesa, de una sociedad digna que espera que después de 54 años de revolución les permitan crecer económicamente.

Decisión acertada: Feliz Cumpleaños representantes Promoción 80 del Belgrano. Lo logramos. No habrá sido el viaje a Disney de las quinceañeras, pero fue el de Cuba de las cincuentonas… ¿podríamos empezar a ponerlo de moda, no? (Obviamente no hace falta ir a Cuba, con Potrerillos bastaría, pero bue, vayan hasta donde les dé el cuero).

Ah, me olvidaba. La pregunta del millón: ¿llevo euros o dólares? El cuc lo cotizan a 0,87 dólares y a 1,19 euros. Pero como el euro es más caro que el dólar, en realidad es lo mismo.

El cuc es la moneda convertible para el turista. Los cubanos manejan pesos cubanos que no son para los turistas. En general no aceptan dólares porque no se les permite. El habano Romeo y Julieta cuesta 4 cuc y el ron Santiago de Cuba  de 250 cc.  casi 3 cuc.

El paquete turístico de dos días en La Habana -deberían ser tres  o cuatro porque dos son muy pocos- y 7 días all inclusive en Varadero, temporada baja, cuesta 1440 dólares. A ello hay que sumarle 25 cuc para salir de la isla ($100 aproximadamente) y las comidas de La Habana.

Para otros precios, vayan ustedes queridos lectores a Cuba. ¡Gastan en cada paparruchada! Viajar no es un gasto. Es una inversión. Hasta la próxima.

Gabriela Figueroa

Periodista

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