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Vuelos y acrobacias en el pedemonte

Aeromodelismo

Desde el año 2001 un grupo de amigos aeromodelistas se juntan cada sábado a disfrutar de su hobby: echar a volar aviones y helicópteros creados a escala, la mayoría, por sus propias manos. Hay gustos para todos: desde modelos antiguos como el biplano o los poderosos jets  que alcanzan los 500 km por hora.

 

Por Adriana Sayavedra

 

Los sábados son sagrados para ellos. Estos fanáticos del aeromodelismo realmente extrañan su actividad cuando fenómenos metereológicos como el zonda o la lluvia les arruinan el programa, al impedirles o dificultarles el normal desarrollo de sus eventos. Un rito que no falla ni en pleno invierno: “Hubo veces que hemos estado volando con la pista llena de nieve, para lo cual previamente hemos tenido que pasar un buen rato barriéndola”, nos cuenta Daniel Tonelli, el propietario del predio donde se encuentra el campo de vuelo.

Pero no todo se ciñe a las exhibiciones de modelos y acrobacias en el aire. También tienen en cuenta el espíritu y los placeres terrenales, por lo que la gastronomía no falta a la cita. Por lo general, los socios de este club de amigos se encargan alternadamente de la preparación de platos especiales, según sea su especialidad. Y cuando no hay nada previsto ni ningún anuncio de menú, se contentan con el asado.

Después del almuerzo, se dedican a lo suyo: el aeromodelismo. El objetivo es volar y mostrar sus modelos y pasarla bien en un ambiente de camaradería, compartiendo una actividad que los apasiona. Allí se quedan hasta que oscurece, cuando ya la falta de luz les obstaculiza su entretenimiento. Lo que no es poco tiempo, si consideramos que los primeros comienzan a llegar desde la mañana.

Y por estos días cercanos al fin de año, se viene la juntada general que, esta vez si, incluye la presencia de sus mujeres.

Campo de vuelo

El Aeroranch se ubica en el camino al puesto El Peral, en pleno pedemonte, en un predio de seis hectáreas. Allí se juntan, cada sábado, quince amigos, desde hace más de diez años. Fue en el 2001, cuando Tonelli compró el campo y decidió destinar una parte al campo de vuelo. Luego entre los socios y de a poco, fueron dándole forma a este club que hoy se alza como uno de los mejores de la provincia, en cuanto a instalaciones se refiere. Primero construyeron la pista, que actualmente tiene 250m de longitud  y 17 de ancho. Luego fueron la enramada, el quincho, los sanitarios, el lugar del cuidador.

Se sostienen con una cuota destinada al mantenimiento y cuidado de las instalaciones.

“Aquí nadie compite, cada uno viene contento con lo que tiene. Venimos a relajarnos”, explica Daniel, quien afirma que por lo general eso queda para cuando viajan a eventos en otras provincias o en el exterior. Allí las competencias se realizan de acuerdo a un puntaje que se le otorga a las diferentes acrobacias que hace cada uno con su máquina. “Hemos  participado en encuentros en Santiago de Chile, en Córdoba y recientemente en Gral. Alvear”.

Variedad de modelos

Entre la flota, existen aviones jets, o sea impulsados por turbinas, y aviones con motores que son los de hélice. Existen de distintas cilindradas, desde motores chicos hasta los que tienen 50, 80, 100 o incluso 250 cc., que superan al motor de un ciclomotor o una motoneta de 125 cc.

Estos modelos alcanzan alturas mayores a 600m, aunque esto no es lo conveniente, porque a esa altura ya es difícil verlos y, según nos explica Daniel, “siempre deben estar a la vista, porque en el momento que el avión se pierde de vista ya no se puede manejar y se cae”. Accidentes que nadie busca, si tenemos en cuenta la importante inversión que implican los grandes modelos.

Por lo general, los construyen con sus propias manos, utilizando fibra de vidrio o de carbono, con piezas conseguidas en nuestro país o traídas desde el exterior. Un trabajo artesanal. Ellos son los verdaderos aeromodelistas, porque existen también aquellos que prefieren comprarse el modelo “listo para volar”.

El tiempo de armado depende del que cada uno disponga para su hobby, pero haciendo un cálculo a grosso modo, según Daniel, el modelo terminado puede llevarles unas 300 horas de armado, “cinco o seis meses de trabajo de tres o cuatro horas diarias, ya que implica muchos detalles, mucha ingeniería y electrónica, horas de calibraje, etc.”.

Curiosamente, entre los participantes de este club no hay ningún ingeniero. Los conocimientos los van adquiriendo con la experiencia práctica y, desde hace poco, a través de Internet. “Ya no es como cuando empezamos, cuando la información la encontrábamos sólo en revistas y libros. Igualmente llega gente sin ningún tipo de conocimientos y los que ya sabemos un poquito más, les vamos enseñando”.

Tal es el caso de Nico, un chico de siete años que está aprendiendo a volar un avión y de otro de 11 años, enganchado en aprender a volar un planeador.

En el camino del aprendizaje, comienzan con unos aviones que llevan el ala arriba del fuselaje, como el Pipper, el Cessna, que son más estables y fáciles de pilotear.

Una vez que ya aprenden a volar, pasan a los modelos entrenadores avanzados. “Los más chicos son más sencillos y fáciles de volar que los jets, que alcanzan grandes velocidades y necesitan un conocimiento importante en construcción y dominio de reflejos”, aclara el especialista.

Comentario feminista

Luego de pasar un buen rato entre los aficionados al aeromodelismo en su bello reducto del pedemonte, quien esto escribe confirma aquél proverbio que asegura que la diferencia entre un niño y un hombre radica solamente en el precio de sus juguetes.

La cara de felicidad y satisfacción de estos adultos representantes del género masculino mientras hacen volar sus chiches, no deja espacio para la duda: “¡Los hombres nunca dejan de ser niños!!!”.


Remolcador

Los días en que no hay mucho viento, como el día que visitamos el campo de vuelo, los aeromodelistas aprovechan a realizar una de las maniobras que más los entusiasma, y es

la de poner en vuelo a un pequeño avión planeador. Se trata de un modelo “viejito ya, tiene quince años”, realizado en maderas balsa y terciada, de tres metros de envergadura que alcanza los 400 metros de altura gracias a la fuerza recibida del remolcador.

Helicópteros

Una modalidad del hobby “de por sí, bastante complicada”, explica Daniel, mientras pilotea su TRex 600 Nitro Pro. Se refiere a cuando hacen acrobacias como las maniobras 3D, looping, vuelos en tirabuzón – cuando gira sobre su eje- o en invertido con las aspas hacia abajo, vuelos para atrás. Mucho tiempo y técnicas aprendidas han pasado desde aquel enero de 1969, cuando el ingeniero alemán Dieter Schlüter logró hacer volar por primera vez y por escasos diez minutos a su helicóptero radiocontrolado.

 

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