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Burocracia vs. sentido común

Burocracia: “Conjunto de normas, papeles y trámites necesarios para gestionar una actividad administrativa.”

Burocracia: “Complicación y lentitud excesiva en la realización de estas gestiones, particularmente en las que dependen de la administración de un Estado”.

Sentido común: “Facultad que posee la generalidad de las personas para juzgar razonablemente las cosas”.

Todos los ciudadanos nos encontramos, por alguna necesidad, ya sea personal o grupal, a lidiar con la burocracia. Los trámites en cualquier repartición pública son verdaderamente insufribles. Esto lo han mostrado con cierto humor y sarcasmo muchos programas de TV. Lo del “trámite del arbolito” ya es parte del inconsciente colectivo de nuestra sociedad. Tanto es así que, cuando alguien debe realizar alguna gestión burocrática la inicia con ciertas certezas: que va a perder toda la mañana para que lo atiendan y que le faltará algún papel que nunca le avisaron que debía llevar. Y que deberá volver mañana o dentro de un mes.

Nuestro pueblo, como grupo humano, no es la excepción. Varios proyectos surgidos desde los vecinos son sistemáticamente boicoteados por la burocracia que nos supimos conseguir.

A saber: La comunidad educativa de la Escuela Teresa O’Connor desde el 2010 viene gestionando la construcción de un Salón de Usos Múltiples (SUM) muy necesario para la institución escolar.

Cuando hablamos de “comunidad educativa” nos referimos a todos los que participan de la tarea de educar: directivos, docentes, celadores, padres, vecinos y alumnos. No es fácil convocar a todos los protagonistas para la ejecución de un proyecto escolar. Sin embargo esta Escuela lo consiguió.

En lugar de pedir recursos al Gobierno, ofreció una solución innovadora para satisfacer una necesidad escolar: reciclar basura. Usar botellas plásticas en lugar de ladrillos.

Se trata de una forma alternativa de construcción, con múltiples ventajas y  beneficios, tales como: el bajo costo de los materiales, la protección del medio ambiente; la integración de la comunidad en el proceso de reciclado y construcción, acopio de las botellas, su llenado con arena y luego construir con ellas las paredes. El proyecto fue declarado de interés provincial por el Senado y de interés municipal por el Concejo Deliberante.

Por su parte, el estudio de arquitectura Mallea–Román, vecinos de nuestro pueblo que también diseñaron el jardín de infantes de la institución, fue el encargado de elaborar el proyecto técnico. Todo marchaba viento en popa: la comunidad donaba materiales, muchos acercaban las botellas plásticas, ya sea desde sus casas o recolectadas en la calle; las madres se encargaban de ir llenándolas con arena según indicaba el proyecto –experimentado en otras latitudes del planeta-, entre otras actividades que se organizaban en pos de un objetivo común.

Pero inexorablemente los burócratas deben poner trabas al sentido común. La comunidad se organiza para ofrecer soluciones y como respuesta sólo encuentra dilaciones o inexcusables olvidos.

Actualmente, este proyecto se encuentra trabado en la Dirección General de Escuelas porque algún funcionario sospecha que un poco de aire que haya quedado en alguna botella plástica llena de arena, puede ser inflamable. Y la comunidad educativa sigue esperando… ¡Y ya pasaron dos años!

En fin, queda la triste sensación de que la burocracia se empeña en derrotar al sentido común. Algo así también ocurre con el proyecto de los minibuses, surgido por iniciativa de otros vecinos preocupados por el bien común, y que a poco de ver la luz de los acuerdos para comenzar a concretarse, quedó trabado en la oficina de un funcionario de Vialidad. Esta actitud más grave se vuelve cuando este funcionario sólo debe devolver el expediente –bendito expediente, síntesis y esencia de la burocracia-  a la Dirección de Vías y Medios, de donde salió por una consulta –que por otra parte ya está informada técnicamente-. Otro despropósito.

Pero también, y felizmente, en nuestro pueblo, hay muchos ejemplos de vecinos organizados y solidarios que demostraron capacidad y paciencia para sortear todos los intrincados vericuetos que los burócratas despliegan para menoscabar la iniciativa comunitaria. Vayan como ejemplos los barrios que se organizaron para construir sus sistemas de cloacas por si mismos o para solucionar el problema del asfalto en mal estado en otros casos.

Tarde o temprano el sentido común ganará este round contra la burocracia. Es de esperar que así sea.

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