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Mario Mátar en el Frank Romero Day

“Hace rato que le vengo apostando a la Vendimia”

Luego de siete intentos de presentarse con sus proyectos musicales, finalmente este año Mario Mátar, uno de los iniciadores y grandes referentes del rock mendocino, es el director de música contemporánea de nuestra fiesta máxima. Innovación y expectativas, mientras espera poder editar sus discos y la memoria del rock menduco.

Por Adriana Sayavedra

“Se van a sorprender”, advierte muy entusiasmado Mario, cuando explica su proyecto musical para la Vendimia 2012. Y, a pesar de lo poco que nos puede adelantar por especial pedido de los responsables, asegura que este año, por primera vez, el guión se hizo a partir  de la música. Ocurre que tradicionalmente es a la inversa: se crea la música la que para un guión específico “y así termina siendo una música incidental[1], lo que destruye muchas composiciones”,  explica este sanrafaelino declarado ciudadano ilustre de Godoy Cruz, y sigue: “Es el sueño de  todos, hacer la música y que a partir de ella el guionista haga su trabajo”. Ese fue su pedido, y agradece la confianza que le brindó el director general de la Fiesta, Alejandro Grido, al aceptar su propuesta. Es por ello que los primeros 15 minutos del espectáculo  de este año llevan la impronta de Mario, “después sigue como ha sido tradicionalmente”, cuenta.

Luego de presentarse durante siete años seguidos a concursar y no haber sido seleccionado nunca, para el gran músico mendocino el haber ganado en esta oportunidad es un merecido premio a su constancia y esfuerzo. “Soy un sabueso de la Vendimia”, se define. “Desde el invierno empiezo a investigar, generando ideas que después son usadas en las Vendimias de otros, porque a pesar de no ganar, siempre termino colaborando”.

Mátar estará a cargo de la parte contemporánea, mientras que la folklórica será responsabilidad de Daniel Talquenca, quien ha incluido letras de Gustavo Machado, vecino de Chacras.

Por su parte, el ex Markama y actual Yatiri, Eduardo Ordóñez, “mi mano derecha” define Mario, es quien se encarga de dirigir al grupo de percusionistas en vivo, que sonarán encima de la música. “Además va a haber bandoneones, bajo eléctrico y quince músicos de folklore, que algunas veces tocarán todos juntos”, adelanta Mátar y se disculpa por no poder decir más. Mejor así, para que lleguemos al Anfiteatro con más expectativa.

Has recorrido un largo camino, Mario

La historia de Matar está ligada indefectiblemente a la historia del rock mendocino, ese movimiento que comenzó pudorosamente con la década del ‘70 y sin saber cómo, antes de darse cuenta de su impronta, había posicionado varios referentes en el escenario del rock nacional.

Por estos tiempos, Mario lucha contra una artritis que se le desencadenó imprevistamente en el 2007. A raíz de ello es uno de los veintidós músicos mendocinos jubilados/pensionados por Sadaic, como reconocimiento del gobierno provincial hacia nuestros compositores. Es el más joven y el único de extracción rockera.

Debido a su enfermedad, Mario pasa largas horas en su estudio, rodeado de sus equipos, lo que le permite seguir creando, arreglando e investigando armonías, “además de darme el tiempo para ordenar mis recuerdos”.

Por eso le resulta fácil contar su historia ligada a la música; sus comienzos, que son los comienzos del rock mendocino.

Devoto admirador del rock inglés y progresivo -Pink Floyd, Génesis, Led Zeppelín, Deep Purple, Yes, John Mayal, Spinetta, Pappo y Santaolalla estaban entre sus ídolos-, debutó musicalmente 1974 con un toque en la plaza de Las Heras. En junio del ‘76, arma Altablanca, la primer banda progresiva de Mendoza, con Javier Segura, Daniel Martín y Natalio Faingold en batería. Después, en el ‘79 Natalio pasó a teclados y entró Eduardo Aveni en bateria -devenido con los años en gastronómico, actual dueño y señor de La Tasca de Chacras-, entraron la Turca Naldi, Zanguieri, el Pájaro Corvalán, Jorge Aguerre. Aparecen los grandes instrumentos, la Yamaha de Mario, el bajo importado de Aguerre, Faingold y sus sintetizadores.

“Fue un movimiento muy fuerte en el momento justo, que incluyó a mucha gente desde varios ámbitos. Por ejemplo: Oscar Sayavedra, periodista en ese momento, inventó un suplemento en el diario para hablar de rock; Marciano Cantero y Daniel Pícalo, futuros Enanitos Verdes, eran nuestros sonidistas, ellos son los mayores fanáticos de Altablanca. Rodolfo Muratorio fue el primer productor de un grupo mendocino que hacía su propia música y que llenó un lugar: Arizu, el 31 de agosto de 1979.

Generó una bola en Mendoza sin quererlo, pero en ese momento no nos dimos cuenta”, recuerda.

Después llegó la decisión de ser guitarrista en serio y estudiar música. Se alineó con dos egresados de la Escuela de Música, Daniel Martín y Ricardo Marino, fue la época de Raga. Luego sería Hollywood y, a la vuelta, las giras con Los Enanitos Verdes y Piero. “Mientras tanto también tocaba con Javier Segura y Ricardo Marino en Ópera Mágica, yo tenía la primera caja de ritmo, que nadie conocía aún”.

En 1986 se inicia como productor artístico, con un porta estudio que grababa cuatro canales en casette, una máquina de ritmo y un teclado con secuencias. “En eso fui el pionero”, relata entusiasmado. “También hacíamos maravillas en el estudio Zanessi, ayudados por Daniel Alsina que nos armaba los cables midi para hacer sonar tres o cuatro instrumentos a la vez. Allí empecé a grabar mi música. En el ’88 vino Salsa Blanca, la gran banda de salsa que compartió con Gabriel Correas, Fernando Ramírez, Eduardo Ordoñez –hoy junto a él en Vendimia-, Pipi Morgui,  Ricardo Bujaldón, Pepe Sánchez. Juntos se instalaron en Italia durante seis meses y a la vuelta intentaron ganar en Buenos Aires, “fue lo mas cerca que estuve del éxito”, pero no pudo ser. Buenos Aires era demoledor. Llegó la paternidad y la determinación de crecer en familia. Fueron tiempos duros, en el que el mango escaseaba. Fue jinglero para darle de comer a la familia, hizo las músicas en Canal 7, “un laburo copado”. Y siempre, “desde el ’88 hasta que me enfermé en 2007”, fue la docencia, fueron los más de 500 chicos a quienes les enseñó a tocar la guitarra como Dios manda.

Así llegamos a Zonda Proyect, un proyecto de Tuti Vera y Ernesto Vidal, al que se plega con todo su bagaje progresivo, aún cuando su evolución natural lo había llevado hacia el jazz. Este lo canalizaba en su formación de ácid jazz, Neptuno Club, que dejó un gran cd. “Con Zonda llenamos el Independencia un par de veces”, recuerda.

Por estos días, ya con la música de Vendimia lista desde hace rato, ensaya y se prepara para cumplir uno de sus anhelos: dirigir la música de la gran fiesta de los mendocinos.

Mientras, espera poder cumplir el otro: editar sus seis discos y la historia del rock mendocino.

Dos proyectos dos

La restauración

La idea surgió a partir de unos cassetts maxell de cromo “impecables” que consiguió, grabados directo de la consola de Carlitos Ruiz por el entonces DJ Luli Marzano.

Se trata de un material precioso en el real sentido de la palabra: Amauta, Sergio Bonelli, Jorge Benegas, Hebe Yacante, el fallecido Horacio Rosas, Raga, Altablanca del ’81. “A partir de allí la gente me fue trayendo más material: La Rebelión, de Javier Segura con Claudio Brachetta; La Montaña y un material producido por Calamaro, los Verp, Alcohol Etílico de los ‘80, Fernando Barrientos; Tonal, el grupo de Tito Dávila y Pipi Morgue. Son más de 250 temas que hablan “y con muy buen audio” de la historia musical de Mendoza.

APARTE

Con la rolan de Ceratti

Previo al recital en el Luna Park con Piero se le rompe su guitarra sintetizada Roland y para salir del apuro le pidió la Roland a Ceratti, quien la tenía desde hacía poco. Fue así que aprovechó para pedirle a Mario que le explicara para que eran algunos botones.

EPIGRAFE

Eduardo Aveni y su batería Ludwig transparente. Una bomba.∫


[1] N.delaR: Música que se utiliza para acompañar una actuación.

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