Permanencias y cambios

Oasis dentro del oasis, nuestro pueblo reclama la urgente protección de su paisaje, en peligro a raíz del alto valor inmobiliario de sus tierras. Hacen falta ideas que permitan articular y desplegar estrategias para no terminar perdiendo sus tesoros y con ellos nuestra forma de vida. También es nuestra responsabilidad como comunidad.

Por Sonia Fioretti y Eugenia Videla

En los útimos años es cada vez más notable el interés que despierta el paisaje desde todo punto de vista: cultural, medioambiental, ecológico y social, así como su importancia en cuanto a recurso económico y su articulación en el proceso de transformación urbana.

Asumimos que el paisaje es la manifestación visible de las relaciones existentes entre el hombre y su entorno, es la resultante de la combinación de la naturaleza real, territorio y geografía, sumada a la construcción social y cultural que el individuo, a través del tiempo, establece.

Chacras de Coria, sistema urbano particular dentro de la geografía de Mendoza, oasis dentro del oasis, con su microclima benévolo; sus calles y callejuelas arboladas; con sus casas con generosos jardines; con espacios productivos residuales, resabios de un reciente pasado agrícola; con la cordillera como telón de fondo y las cerrilladas como carácter diferencial.

Mucho de lo que es Chacras hoy tiene que ver con ese paisaje productivo que ha quedado entrampado en la trama urbana. Sus características propias, lo convierten en un bien social y en un recurso escénico de gran valor y, como tal, debe ser tratado y pensado de modo que asegure su sustentabilidad ambiental, económica y social.

La escasa rentabilidad de los cultivos, sumado al alto valor inmobiliario de la zona, ha determinado que muchos propietarios opten por abandonar la actividad y decidan lotear las parcelas para obtener un mayor ingreso. Este  loteo de zonas productivas, puede llevar al pueblo a una situación crítica no sólo en la relación de espacio verde por habitante sino en el modo de habitar y en la imagen bucólica del mismo.

En este contexto, soñamos  ese espacio verde productivo privado como patrimonio ambiental y cultural y proponemos su protección como recurso escénico. Su valoración trasciende los aspectos bioclimáticos, ambientales y psicológicos. El “terruño”, conjunción entre el suelo, el clima, la mano del hombre y el sistema tradicional de conducción del viñedo, se reconoce como símbolo cargado de significados y con resonancias sociales que refieren a una identidad social específica.

Todos somos parte y nos beneficiamos. Los distintos actores sociales han de entrar en escena y debemos comprometernos en su protección. Los que montaron la escenografía ya hicieron su parte, la naturaleza con su imponente montaña, el suelo, el clima y el agua; la mano del inmigrante que conquistó estas tierras y las convirtió en un vergel en este contexto desértico que nos abraza. Nosotros, como habitantes de Chacras de Coria tenemos la responsabilidad  de  mantener ese paisaje vitivinícola a través del tiempo. Hoy hacen falta ideas que permitan articular y desplegar estrategias para no terminar perdiendo estos pequeños tesoros…

Mucho de lo que es Chacras hoy tiene que ver con su paisaje productivo que ha quedado entrampado en la trama urbana. Sus características propias, lo convierten en un bien social y en un recurso escénico de gran valor y, como tal, debe ser tratado y pensado de modo que asegure su sustentabilidad ambiental, económica y social.

Este  loteo de zonas productivas, puede llevar al pueblo a una situación crítica no sólo en la relación de espacio verde por habitante sino en el modo de habitar y en la imagen bucólica del mismo.