27 de noviembre de 1953 – 17 de agosto de 2011
Trece meses sin el Ale
Aquel día me dio mucha alegría verlo llegar, aún cuando la situación no era la mejor para recibir un amigo. Estábamos cerrando la edición de ese mes y la presión de la carrera contra el reloj dominaba el ambiente. Pero a él eso no lo afectaba. “Tenía ganas de verlos”, dijo, y, como siempre hacía, se dio el gusto.
Se sentó en una silla en un costado y esperó pacientemente. Por suerte, yo terminé pronto mi tarea y nos fuimos a casa, por mi parte feliz por la labor cumplida. Nos sentamos a charlar, tranquilos y sin tiempo, que ya había dejado de ser una preocupación.
Esa fue la última vez que compartimos un largo y exquisito rato de charlas y confidencias. Y lo guardo entre mi recuerdos como un tesoro. Porque, aún cuando las charlas con el Ale siempre eran entretenidas, sabrosas, impregnadas de sus frases ingeniosas que hacían reir aún de los temas más espinosos, aquella noche fue especial –ahora que lo veo en perspectiva, en ese instante no me percaté más que de la sensación placentera de compartir un momento agradable con un buen amigo de toda la vida-.
Por aquellos días la puta enfermedad que terminó arrebatándole la vida –y arrebatándonoslo-, no se le había manifestado abiertamente en su semblante, en su carácter, en su actitud. Convivía ya con ella, pero todavía sentía que iba a ganarle. Hablaba y soñaba casi como un jovencito, proyectos alocados y mujeres se mantenían en la cima de sus desvelos.
¡Qué entretenido era charlar con el Ale! De cualquier tema, siempre tenía algo que decir o aportar. Y si no sabía, largaba algo ingenioso para instalar la risa. Y ese, precisamente, es otro de los bellos recuerdos que atesoro: sus frases ingeniosas. Las vamos a extrañar. Las estamos extrañando.
Fue una suerte inmensa que me haya tocado conocerlo y tenerlo entre mis seres queridos. Fue un amigo enorme, un compañero de correrías adolescentes pero también de dolorosos momentos en la adultez –y de los felices siempre-; siempre lo tuve cerca al Ale, aún lo tengo.
Fue un ser generoso, de buen corazón. Fue una buena persona, de buena madera, algo que no cualquiera puede decir de sí mismo.
Hacen más de trece meses que se fue y aún cuesta acostumbrarse. Lo vamos a extrañar. Lo estamos extrañando.
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Alejandro, el amigo de todos…
27 de noviembre de 1953 – 17 de agosto de 2010
Todavía tengo presente como si fuera ayer, nuestro ingreso al L.M.G.E., acompañados por nuestros padres, sorprendidos nosotros de que se conocieran y la coincidencia que habían sido compañeros también en la secundaria, que habían transitado, según ellos por el glorioso Colegio Nacional Agustín Álvarez.
Con Alejandro veníamos del compartir el ingreso al Liceo en la Academia del Profesor Oberti, la competencia del otro famoso Profesor Señorans. Con la alegría del encuentro de los cuatro, nuestra emoción y temor a que en momentos más nos despedíamos de Nuestros Papás para internarnos, y transitar al gran cambio de nuestras vidas con sólo 12 años, les prometimos que íbamos a esforzarnos a obtener una beca de estudios… Bueno, a los que nos conocieron, se deben estar riendo, nunca lo logramos… es más, llegamos hasta 4° año. Qué lo parió, éramos algo traviesos, aunque mejor sería usar el término de divertidos.
Alejandro fue buen estudiante, compartió con todos, con su sano humor, sus ocurrencias y salidas era bienvenido en todos los grupos y a pesar que a veces esa actitud desenfadada y divertida le trajo aparejado en algún momento, problemas de disciplina, ya que imperaba un régimen disciplinario militar, por ende severo, nunca fue una persona irrespetuosa con sus superiores y en más de una ocasión causó gracia con su comportamiento en los profesores.
Era fachero, se llevaba las miradas femeninas, nunca se las creyó. Luego seguimos nuestros caminos, Ale en arquitectura y yo ingeniería. En el tiempo me entero su partida a su amado Bolsón y en un reencuentro, me pinta sus paisajes y la pequeñez del hombre ante tremenda naturaleza, la sensación de pertenencia a ese hábitat de armonía total. Mil veces me invitó a conocer su paraíso, y me pregunto por qué no fui… tal vez, no tenía su libertad. Cuando pudo daba una vueltita por su amigos, a contar sus historias. Hace poco estuvo en casa… vio a mi hijo ya crecido, hacía tiempo que no lo veía y nuevamente la invitación, esta vez con mi hijo, a quien entusiasmó y comprometió a visitarlo… Estamos en deuda Ale.
Hay mil anécdotas de nuestro AMIGO, el día de su sepelio en el Parque de Descanso, tal vez por su mandato, organizamos un asado en su memoria, al sábado siguiente, nuestras famosas juntadas!…y … cómo nos reímos contando esas anécdotas, brindamos por todo lo compartido, quizás inconcientemente tratándolo de imitar al AMIGO DE TODOS…
Gracias Alejandro, estarás presente en todos nuestros encuentros, no te decimos adiós… Estamos en contacto!!!!
Alejandro Paigos, te fuiste el 17/08/2.010. Estás en nuestros corazones.
Mario Jorba
XX Promoción L.M.G.E.
Eterno Alex
Hace ya un año que no gozo de tu presencia terrena. De poder sentir, a través tuyo, la posibilidad de ver la vida como un tránsito placentero.
Extraño tu ingenio, que hizo que tantas veces, casi constantemente, nos riéramos a más no poder. Que disfrutáramos la vida, así, de esa manera, riéndonos hasta de ella misma, al punto, muchas veces, de hacer de lo utópico una realidad posible.
Hoy, sin otra alternativa, gozo de todos esos recuerdos. De tu eterna presencia en mi corazón. De habernos querido fraternalmente.
Tu amigo, Gaucho
Para mi el Ale fue un regalo que me hizo la vida, el me enseñó a ver la vida de una manera diferente, única, ” a la manera del Ale”.
Gladys Vidal