Una desconocida, apellidada Logroño, en una carta al Correo de lectores del diario Los Andes, hace pie en una autobiografía de su hijo José Enrique para cuestionar Benito. Dice Logroño haber tenido de él  “la idea de una persona sobria y austera”. Pero que el libro evidencia a  Marianetti compartiendo “el estilo de la burguesía acomodada de los años ‘20 … sin privarse de nada”.

Benito Marianetti murió en octubre del ‘76, habiendo sido  consecuente con las ideas que abrazó desde jovencito. Su última tarea fue defender a Armando Bustelo. Logró su libertad en el expediente que se tramitaba en los Juzgados Federales. Sin embargo, siguió en las mazmorras que compartimos, por orden de  Menéndez y Videla. Fines de setiembre.
Pasaron 35 años y aún se siguen inventando argumentos para denostarlo. Y a los comunistas. Benito Marianetti dedicó su vida a difundir el socialismo desde un profundo conocimiento del materialismo dialéctico. Y se destacó por su calidez, humanismo, probidad y por su consecuente lucha contra el monopolio. En particular  el vitivinícola. Tan valiente y ejemplar conducta, le valió cárceles, persecuciones, atentados y discriminación, que también sufrió su familia. No tan sólo sustos como afirma la irrespetuosa susodicha minimizando las peripecias.
Marianetti soñó y militó por una sociedad sin clases y sin Estado, con gran desarrollo de sus fuerzas productivas, abundancia y un hombre nuevo que de allí tomara sólo lo que necesita. Eso es el comunismo según los clásicos. Dirán muchos: eso es utópico. Y nosotros diremos -en términos de Eduardo Galeano-, efectivamente. Pero como la línea del horizonte, sirve. Sirve para caminar.
Siempre pensé, y soy hijo de un obrero, que el lugar natural de los trabajadores es la izquierda. Lo que no resulta tan lógico, es que personas con recursos para vivir con tranquilidad, opten por la vía del sacrificio y dediquen sus horas a la causa de los trabajadores y el pueblo. Por lo que esas conductas ejemplares, doblemente valorables, debieran ser reconocidas.
Esa es la vida de intelectuales lúcidos como Benito Marianetti y Armando Bustelo. Que amalgamaron esfuerzos con dirigentes sindicales honestos en aras de objetivos comunes. Mi padre, Juan y Agustín Esposito, Héctor Brizuela y Antonio García, Juan Racconto, Juan Palavecino, Armando Miatello, Marta Agüero, Cora Cejas, Reynaldo Herrero, Carlos Grilli, Antonio Cabrera, Rodolfo Mailhos, Pedro Pardo, Hugo Sergo, Melchor Cortez, Roberto Corvalán, Antonio Badía, Rufino Balderrama y tantos otros.
Sin embargo, se intenta descalificarlos. En un caso porque viven como burgueses y se dicen comunistas. Ergo, son unos hipócritas. En otro, porque son pobres y comunistas. En ese caso, son resentidos.
En verdad, lo que no se puede ser, es comunista. Por eso lo condenan a Marianetti.
Esto es lo que algunos no perdonan. Y denostan, difaman, deforman y silencian.
En el  caso que me ocupa, desde un documento de identidad extrañamente incompleto (LC. 5.427.32). Y desde una identidad no ciudadana. No figura en los padrones electorales de Mendoza.

Roberto Vélez