Categoría | Rincón de Ciencias

Hormonas sexuales versus enfermedades neurodegenerativas

Por Médico Sebastián Marcelo Casas

        M.N. 128.811

        Doctorando Instituto de Investigaciones Biomédicas

        Universidad de Mendoza

Es interesante preguntarnos por qué ciertas enfermedades degenerativas del sistema nervioso -Enfermedad de Alzheimer, Enfermedad de Parkinson, etc.- son más frecuentes en la tercera y cuarta décadas de la vida, como así también, por qué los hombres somos más susceptibles a padecerlas a edades más tempranas que las mujeres. Por otra parte, si tomáramos un ejemplo en el otro extremo de la vida, recién nacidos, por qué un daño isquémico -falta de aporte de sangre- del sistema nervioso tiene una mayor tasa de muerte en los niños, que en las niñas. ¿Será sólo una casualidad estadística o realmente el sistema nervioso femenino posee una mayor protección?

Las hormonas sexuales -progesterona, estrógeno, testosterona, entre otras-, son sustancias químicas derivadas del colesterol y producidas por glándulas. Fundamentalmente son tres las que elaboran dichas moléculas: las gónadas -ovarios y testículos-, las glándulas suprarrenales y la placenta.

No obstante, es a partir del año 1981 que se descubre un nuevo origen para estas sustancias, que se suma a los anteriores, y es el sistema nervioso. Tal es así, que numerosos trabajos científicos han demostrado que las neuronas y las células de la glía poseen la maquinaria molecular necesaria para la producción de dichas hormonas. Desde el punto de vista funcional, clásicamente las hormonas sexuales han sido asociadas a funciones reproductivas y del comportamiento sexual. No obstante, en los últimos 30 años, se les han asignado roles alternativos tales como neuroprotección frente a diversas noxas cerebrales, importantes acciones modulatorias del desarrollo y crecimiento cerebral, como así también, reguladoras del estado del ánimo y protectoras contra el stress.

El descubrimiento de estas últimas acciones fue producto de la experimentación con numerosos y variados modelos animales de neurodegeneración.

Por ejemplo, imagínese ser un científico que dispone de dos grupos experimentales, los cuales llamaremos A y B. El grupo A se encuentra representado por animales macho y el grupo B también se encuentra compuesto por animales macho pero se los trató con progesterona -hormona sexual-. Su objetivo es saber si existe diferencia en la cantidad de neuronas muertas entre ambos grupos luego de ser expuestos a un traumatismo cerebral.

¿Cuál piensa que será el resultado más probable?. Claro que sí, su razonamiento fue correcto. Se observó significativamente una MENOR cantidad de neuronas muertas en el grupo B en comparación con el grupo A.

La conclusión que obtuvo fue que los animales tratados con la hormona sexual tuvieron una mayor protección frente al daño celular por un traumatismo. Dicho resultado puede extrapolarse a la diferencia -menor riesgo de neurodegeneración- que existe entre el sistema nervioso de las mujeres y el de los hombres. Esto se debe a la mayor cantidad de hormonas sexuales disponibles en el organismo femenino durante la vida fértil. Es recién en la menopausia cuando estos niveles hormonales descienden y son más susceptibles a las enfermedades neurodegenerativas.  

Finalmente, a mis estimados lectores, les dejo algo para reflexionar, ¿creen que en un futuro el uso de estas hormonas podrá ser una terapia alternativa de las enfermedades neurodegenerativas? Si su respuesta fue afirmativa, ¿será efectivo dicho tratamiento en un paciente con un daño cerebral ya instalado?

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