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TODOS PODEMOS

Según la mitología griega (Homero, La Odisea, xi.593) los dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían pensado, con algún fundamento, que no hay castigo más temible que el trabajo inútil y sin esperanza.

El hombre se realiza a través de su labor. Somos lo que hacemos.

Nuestra interioridad se forja no sólo de sueños y esperanzas sino  también de concreciones y resultados.

Desde sus orígenes, el hombre debió aprender a transformar la naturaleza para satisfacer sus necesidades básicas: alimento, abrigo, vivienda…

Así es que el trabajo, entendido como el esfuerzo para satisfacer alguna necesidad, es tan viejo como el primer hombre que se puso a caminar por la vida.

Originalmente, el fruto del trabajo siempre fue algo concreto, palpable, disfrutable. El artesano que hacía una silla con sus elementales herramientas, y demoraba días para ver concluida su obra, se regocijaba y era dichoso por poder sentarse en ella o poder compartirla.

Con el correr de los siglos, el esfuerzo del trabajador se tradujo en un salario. Papeles en los que imprimen indispensables billetes con los cuales uno puede adquirir más o menos bienes para satisfacer necesidades individuales.

Pero las personas también podemos dedicar nuestro tiempo y nuestros esfuerzos a actividades que no se conviertan en papeles, sino en bienes. Bienes materiales, bienes espirituales, bienes sociales.

Todos podemos. Todos somos capaces.

Todos podemos disfrutar de pensar, elaborar, organizar, concretar pequeños “trabajos” para satisfacer algunas necesidades individuales o comunitarias.

Aprovechar lo que la naturaleza nos brinda para transformarlo en alimento sano y confiable. Elaborar una buena salsa de tomates y envasarla para cuando llegue el invierno. Preparar unos panes de dulce de membrillos y aprovechar la jalea. Poner unas uvitas en grapa para los días de julio, secar unos higos al sol…

Juntarse con los vecinos para encontrar soluciones a problemas nunca resueltos por las autoridades pertinentes. No esperar que el Estado, que está ausente frente a muchas de nuestras necesidades cotidianas, venga a resolver todo. Chacras tiene una vasta historia de obras realizadas comunitariamente. Esto se palpa en el orgullo con que los vecinos relatan lo que una comunidad unida y solidaria es capaz de lograr.

Y la magnífica recompensa que recibimos luego de haber concretado estos pequeños “trabajos” es la alegría de saber que podemos, que somos capaces de disfrutar de un trabajo familiar o comunitario para hacernos bien, para no caer, como Sísifo, hasta el pie de la montaña y tener nuevamente que remontar el peso de la inmensa roca que nunca llegara a la cima.

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