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Paul Mc Cartney en Argentina

Paul Mc Cartney en Argentina

Te voy a contar una historia, breve pero linda, eso creo

Cuando era chica, me enseñaron inglés en mi colegio, con las canciones del hombre que cantó el miércoles 10 de noviembre pasado en River.

Aprendí a deleitarme con la música, cuando mi padre ponía en el querido wincofon que teníamos todas, Sergio Mendes & Brasil 66; los cantantes de esa época. Luego emigró a EEUU, y de allí mandaba longplays de Beatles, Abbey Road, el doble Album Blanco, los discos Apple rojo y azul, Deep Purple, Police, The Whess Who, Sinatra. En fin, fui aprendiendo la buena música.

Más tarde, con amigas que fui conociendo, aprendí a escuchar a Pescado Rabioso, Vox Dei, Serrat y tantos otros, en la casa de Potrerillos de alguien, cuando llevábamos el tocadiscos y escuchábamos en las camas cuchetas. Tanta música que aprendí a escuchar me llevó a disfrutar con los acordes, o con las guitarras de alguien, o soñar con las letras de otro. La vida misma, vaya a saber por qué, me case con alguien vinculado a la música y los medios, y pude ir a cuanto recital había, de bandas mejores o peores; los Soda Stereo arrancando allá por el ’87. Pero nada, absolutamente nada, se puede comparar con lo que ví ese miércoles 10 de noviembre.

Seguramente habrás leído aquello de lo que debemos hacer antes de morir: esto de tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro, yo  agregaría ver a un “Beatle”. Y haber podido disfrutarlo con mi hijo, es algo que no podré olvidar mientras viva.

He disfrutado este show como si tuviera diez años, que ya no tengo, y por todos aquellos que no pudieron ir. Espero poder describir todo lo maravilloso de una noche mágica. Ahí va.

Crónica de una noche mágica

El show de Paul Mc Cartney comenzó a las 20,40 con un repaso por toda su vida discografíca, donde no faltó The Cavern, lugar donde empezaron a tocar “Los Beatles”, su manager original, fotos de los cuatro Beatles, recortes de diario, tapas de discos, innumerables partituras y videos.

La luna en Nuñez auguraba uno noche espléndida con buen tiempo, y con el agregado de Sir Paul conformaba una amalgama perfecta para una fantástica velada.

A las 21,00 hs., con una puntualidad inglesa no apta para mendocinos, apareció en el majestuoso  escenario su delgada figura, ataviado con un traje negro con un vivo rojo. El público lo aplaudió de pie, sin haber tocado todavía ninguna de sus 33 canciones, durante 15 segundos, y con una guitarra en mano ofreciéndola como estandarte -una de las 5 que utilizó: eléctricas, acústicas, un ukelele, y hasta una guitarra que según dijo “usó en el estudio Record”-.

Y comenzó a cantar, primero fue “Venus and Mars”“Yet”, luego “All my loving”. Comunicándose con el público en un español rudimentario, fue seduciendo a los que para ese entonces ya    aplaudían de pie cada uno de sus temas.

Ya en el teclado, donde se le perdonó hasta que tropezara con un escalón, apareció el homenaje a su amadísima esposa Linda, con “My love”; luego el homenaje a John con su “Here today” y a “su amigo”, según dijo, George con una versión de “Something” con un ukelele. El público seguía aplaudiendo de pie, coreando solo los estribillos, porque con respeto escuchaba al que sabe y al que ejecuta como nadie los temas inolvidables. Siguió la hermosa balada “The long  and winding road”, increíblemente sus melodías suenan igual a los discos que escuchamos allá por los 70. No hay lugar para el error, el espectáculo está depurado y ajustado al máximo, su voz es exactamente la misma de antes, y su fabulosa banda con show aparte, con un increíble baterista, dos bajos de soporte y un tecladista fenomenal.

Siguieron para el deleite de todos, “Band on the run”, “Mrs. Vanderbilt” “Get Back” “Lady Madonna”, ”Back in the URSS”, “Black bird” “Eleanor Rigby”, “Dance tonight”, “Sargent Papper”, “Im looking through you”,  “Obla di obla da”, “Let it be”, “Hey Jude”. El coro de “na na nara nara na Hey jude” fue apoteótico, con una comunicación notable, hasta que llega el éxtasis total con “Live and let die”, el pico del show, canción maravillosa, leit motiv de la película de James Bond, con bolas de fuego saliendo del escenario, sí, bolas de fuegos artificiales desde la platea San Martin, estrellitas de colores, las luces del escenario encendidas a pleno y otra vez ovación de pie. Paul parece no entender que merece este aplauso y mucho más que esto, no invento nada nuevo si digo que representa ni más ni menos a la banda que cambió la historia de la música. Él agradece pero con la humildad de los grandes, ofrece su corazón y sigue cantando, ahora con la canción que más versiones tiene en la historia de la música para el regocijo de todos “Yesterday”, luego toda su época de Wings y sigue maravillándonos.

No hubo cambios de ropa, ni siquiera algo para beber. Durante casi 3 horas, este mortal de 68 años se entregó a las 45 mil almas que lo ovacionaron todo el tiempo reconociendo porqué vende 600 tickets por segundo en cualquier lugar del mundo y que es un artista profundamente versátil. No vimos una sola partitura, ni un apunte con las letras, todo está en la memoria y en el corazón de este hombre.

Tres bises, de tres temas cada uno,  ya con la bandera argentina en sus manos, cada uno de estos regresos fue empezar un show  nuevo, él cantando y agradeciendo nuestra presencia allí, y nosotros maravillados porque nos mostró su arte, su virtuosismo en cada acorde. Vi gente emocionada hasta las lágrimas, con edades desde los 30 en adelante, a los que  cautivó, entregó todo su talento en un show que deslumbra, emociona, conmueve y que resulta  inolvidable, maravilloso y soberbio.

Ahora bien, después de semejante entrega… ¿se puede pedir algo más??, creo que no, aunque quizás me equivoque, yo esbozaría un solo pedido: PAUL, NO TE MUERAS NUNCA./M.A.

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