A medida que pasan los años y nuestros rostros comienzan a mostrar arrugas, canas y un caminar más lento, nos está indicando que las historias de niños, son hermosos recuerdos que tenemos que atesorar y hoy abuelos, hacerlas conocer a las nuevas generaciones, que son parte de este nuevo pueblo, transformándose poco a poco en una pequeña ciudad, donde el paisaje va cambiando día a día por el avance del progreso. que inexorablemente no podemos detener.
Y entre esos hermosos recuerdos de antaño, la “canchita de la calle Newbery” pasa a ser una postal nostálgica, de nuestras tardes jugando al futbol sobre su piso de tierra y la tranquilidad de que nadie nos molestaría, porque en aquel entonces no estaba conectada como en la actualidad con la calle Aguinaga, ya que la última casa, perteneciente a la familia Pulein, llegaba hasta el zanjón, impidiendo el tránsito de vehículos.
Eran largas horas, sobre todo los fines de semana, que le dedicábamos a jugar al futbol, deshilachando al final de las jornadas, las clásicas alpargatas o despegando por el uso, partes de las zapatillas “pamperos” o discutiendo la validez de un gol.
Si bien para nosotros resultaba una diversión, para los vecinos el tierral que se levantaba y los gritos de los goles, no resultaba del todo agradable, sobre todo para los que tenían la costumbre de disfrutar de la clásica siesta, o a quienes le llegaba la pelota a sus frentes, poniendo en peligro algún vidrio.
Este espacio y otros lugares de nuestro pueblo que usábamos para jugar al futbol, se convirtieron con el tiempo en los “semilleros” de los que surgieron parte de los integrantes de los campeonatos de “baby futbol, de las distintas divisiones del Club Chacras y que llegaron a jugar en las máximas categorías del futbol de Mendoza.