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Editorial: Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia -->

Editorial: Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia

Este día es un feriado nacional inamovible de Argentina que se conmemora cada 24 de marzo. La fecha remite al último golpe de Estado y busca generar memoria y conciencia colectiva para que los golpes de Estado y las violaciones de los derechos humanos no se repitan “nunca más” y sus autores sea enjuiciados y castigados. La dictadura cívico-militar que se instaló el 24 de marzo de 1976 impuso un régimen de terrorismo de Estado que causó que decenas de miles de personas fueran asesinadas, desaparecidas, violadas, torturadas y exiliadas. Las organizaciones de derechos humanos, los sindicatos, el movimiento estudiantil, los movimientos sociales y muchos partidos políticos hacen referencia los 30000 desaparecidos que fueron víctimas de la última dictadura militar y cuya presencia en la sociedad actual se invoca, en cada conmemoración, al grito: 30000 detenidos desaparecidos ¡Presentes!¡Ahora y siempre!

Es saludable que la sociedad no olvide su pasado. Es justo que se manifiesten en las calles reivindicando la verdad y la justicia. Que se enseñe en todas las escuelas la historia del llamado “proceso de reorganización nacional”

Hoy nuestros jóvenes y no tan jóvenes no fueron partícipes directos de esos nefastos años. Pasaron 45 años desde aquel fatídico 24 de marzo. Se respiraba en el aire que ‘algo’ iba a suceder. El gobierno de Isabel Martinez viuda de Perón hacía agua por todos lados. El ‘brujo’ José López Rega manejaba los deshilachados hilos del poder. Comandaba una banda de asesinos y ladrones llamada “la triple A”. Básicamente su misión fue hacer desaparecer a cualquier persona considerada subversiva. Montoneros y el ERP eran las dos agrupaciones armadas mayoritarias que realizaban distintos actos terroristas principalmente contra militares y empresarios.

El gobierno de facto que causó el golpe de estado el 24 de

marzo de 1976, justificó sus nefastas acciones diciendo que

había una guerra contra la subversión. Explícitamente declaró que su propósito era el exterminio de los subversivos. Invadió los medios de comunicación con mensajes para concientizar a la sociedad del peligro que representaban esas ideologías extranjerizantes. Los noticieros de todas las radios y televisoras intervenidos llamaban a la sociedad a unirse a esta guerra antisubversiva. Muchas personas interpretaron el mensaje ingenuamente. Así comenzó una especie de ‘casa de brujas’ en los barrios donde los vecinos denunciaban como sospechoso a Fulano porque tenía el pelo largo y volvía tarde de noche con una guitarra y escuchaba rock a todo volumen. Otros porque hablaban de injusticias y abusos cometidos por ‘’las fuerzas el orden´´ a plena luz del día.

Todos veían circular despaciosamente a los tristemente célebres Falcon verdes sin chapas patentes para concretar algún operativo. Pero el silencio temeroso se apoderó las mentes. Cuando un vecino desaparecía el murmullo afirmaba: ‘algo habrá hecho’.

En las facultades los profesores dictaban sus clases bajo la vigilancia de un soldado armado con un fusil. En todas las facultades echaron a excelentes profesores por presuntos subversivos y se tuvieron que exiliar. Muchos estudiantes sufrieron el mismo triste destino. El delito era pensar diferente y eso era intolerable para la dictadura que exigía un pensamiento único.

Este Proceso terminó definitivamente en 1983 con las elecciones democráticas que llevaron a la presidencia de la Nación a Raúl Ricardo Alfonsín. Fueron 7 años de la dictadura más sangrienta y corrupta de nuestra historia

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Editorial: Estilo Pueblo -->

Editorial: Estilo Pueblo

Muchas veces la nostalgia nos devuelve hermosas imágenes que solo existen en el recuerdo, sobreviven en aquellas personas que las compartieron y disfrutaron. Hoy, en nuestro pueblo, lamentablemente van quedando pocas personas que añoren, nostálgicas, a la Chacras de antes. Cuando se vivía y respiraba ‘el estilo pueblo’. Estilo por demás sencillo, sin normas escritas para practicarlo. Sin embargo, las costumbres ordenaban el ritmo social y cotidiano de cada uno de sus habitantes. El respeto, la tranquilidad, la cordialidad y la solidaridad eran pautas sobreentendidas para lograr un buen vivir. Esas imágenes nostalgiosas nos llevan a pensar que la Chacras de entonces era más vivible, más sensata y hasta más bonita. Que tenía un estilo propio y único, que la distinguía de cualquier pueblo vecino. Su plaza, su parroquia, el bar del Elio, la esquina de la Virgen, la peluquería de Botarelli o de don García, la estación Paso de los Andes, el Correo y su jefe Quiroga, la panadería de Pedro Colovati y la bicicletería de don Cobos.

El progreso es ineludible y necesario. No se puede vivir eternamente en el pasado. Hoy tenemos más comodidades, más medicinas, mejores comunicaciones y, en definitiva, más confort. Hoy no se justificaría ir a buscar agua potable al surtidor de la calle Newbery o a la carretela de don Salcedo con su reparto de carne, ni al simpático y destartalado micro azul del Nene vendiendo verdura fresca a domicilio.

Nos preguntamos si ante este avance inevitable del progreso, no sería preciso reflexionar, meditar un poco y establecer alguna medida para que Chacras no pierda su ESTILO PUEBLO. Ya hemos perdido bastante. Sería una larga lista enumerar a las viviendas familiares convertidas en locales comerciales. En calle Italia ya quedan muy pocas casas habitadas por familias. O a los viñedos devenidos en barrios privados… Para muchos, tal vez para los recién llegados, esto es el progreso. Y es cierto: es una forma ‘del progreso’, pero no la única.

En muchos lugares de nuestro país, en pequeños pueblos, sus habitantes regulan muy bien los cambios que se producen en su comunidad. No quieren alterar ‘su estilo’ de vida. Porque a su entender viven bien y así son felices.

Borrar parte de la historia de Chacras con una topadora es tarea sencilla pero irreversible. Transformar en baldío cientos de años de algo que fue protagonista de nuestro pasado no tan lejano nos llena de tristeza.

Nos estamos refiriendo a la casona de Viamonte donde topa Mitre. La conocimos personalmente, hicimos una nota y tomamos fotos de vecinos que ya no están. Esta casa en su frente tenía una placa: 1908 PJ. El número corresponde al año de inauguración y las iniciales son de su propietario original Pedro Jelacich. Aunque comenzó a construirse en 1882 por un croata venido a estas tierras escapando de la violencia de su país. Llegó un contingente importante y se emplearon en la construcción del ferrocarril trasandino.

Durante muchos años en esa casa funcionó El Topón. Tenía bar, carnicería, salón de juegos, restaurante, cancha de bochas, chacinería y en la parte del fondo una bodeguita y viñedo. En la época que funcionaba la Carbometal, el restaurante supo albergar a más de cien comensales diariamente. Claro, solo había menú.

En 1955 vino a Chacras Luis Sandrini a dirigir y actuar en una película: “Cuando los duendes cazan perdices”. Él y gran parte de su elenco paraban en el Hotel San Francisco. Pero Sandrini fue a comer al Topón, se hizo muy amigo de doña Elena, la propietaria y luego muy asiduo a su restaurant. Cada vez que Sandrini pasaba por Mendoza su visita a doña Elena era infaltable.

Ahora hay un baldío ignorante del pasado.

Foto: Cachilo Púrpura

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Editorial: ¿Jubileo o Jubilación? -->

Editorial: ¿Jubileo o Jubilación?

“Cábenos dejar constancia -y esto es importante- que los trabajadores no somos enemigos de que se nos jubile. Entendemos que después de entregar nuestras energías al trabajo, tenemos el derecho a una vejez sin hambre, y partiendo del principio de que el capital es trabajo acumulado no pagado, los capitalistas son los que tienen que ceder una parte del producto de nuestro trabajo que ellos retienen para su exclusivo beneficio”

(Acción Obrera N° 3. Junio de 1924. Informe de Secretaría. La Ley de Jubilaciones y Pensiones)

El término ‘jubilación’ proviene del latín ‘jubilare’: “saltar de alegría”. También está estrechamente relacionada con ‘jubileo’. Para la iglesia católica, el jubileo es una celebración que de ordinario tiene lugar cada 25 años y en la que se concede la indulgencia plenaria.

Seguramente muchas personas ‘saltaron de alegría’ cuando pudieron jubilarse de un trabajo sumamente agobiante y que por alguna razón detestaban. Otros muchos no esperaban con ansias su retiro. Porque amaban su trabajo, los hacía sentirse útiles y productivos. Pero ineluctablemente el retiro llega. Dejamos de ser personas activas y nos convertimos en la clase pasiva.

El párrafo que precede esta nota muestra lo que sentían los obreros en 1924 cuando el Congreso de la Nación aprobó la Ley N° 11289. Casi 100 años han pasado desde entonces. Hay que hacer el esfuerzo mental de imaginar las condiciones laborales y sociales de la época. Los trabajadores temían que sus aportes previsionales manejados por el Estado no les fueran devueltos correctamente o que el ente recaudador los utilizara para otros fines.

Por eso organizaron una huelga general contra la Ley 11289. Ésta preveía un aporte del 5% del salario del trabajador y otro 5% del empresario. Tampoco los empresarios querían aportar y organizaron un lock out en las principales tiendas y comercios. Cerraron los talleres y algunas fábricas para obligar a los huelguistas a volver a trabajar.

Finalmente, la ley no prosperó y en 1926 la dejaron sin efecto.

Esta introducción histórica es para que reflexionemos desde qué tiempos venimos discutiendo los argentinos el tema jubilatorio. Todos los gobiernos modifican la fórmula de ajustes de la jubilación. Y todos argumentan lo mismo: el único objetivo es que los jubilados cobren más.

La realidad está demostrando lo contrario. Durante la gestión del presidente Mauricio Macri por ley se cambió la formula anterior que venía de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. A pesar de la gran protesta de la oposición que arrojaron toneladas de piedras contra el Congreso, la ley se aprobó. Resultado: los jubilados cobraron menos. Actualmente el gobierno de Fernández volvió a cambiar la fórmula. Los jubilados cobran menos.

La jubilación mínima es de alrededor de $19.000. Para este diciembre el gobierno otorgó un aumento, a los que cobran la mínima, del 5%, o sea alrededor de $950.

¿Gritarán de alegría estas personas? Pensemos en el valor de una canasta alimentaria. Pensemos en el costo de los remedios. No olvidemos que la vejez nos trae un natural deterioro en la salud. Y por ende los medicamentos son una parte sustancial de la existencia. Es cierto que hay medicamentos gratis. Pero es igualmente cierto que el PAMI no funciona muy bien.

Los jubilados son una especie de rehenes de los vaivenes históricos de distintos gobiernos.

No se pueden quejar, no pueden hacer una huelga para mostrar su descontento. Sólo les queda esperar que las buenas intenciones de todos los gobiernos alguna vez sean una verdad y no etéreas promesas.

Mientras, siguen subsistiendo como pueden.

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Editorial: Guardapolvos blancos, Primavera y Covid-19 -->

Editorial: Guardapolvos blancos, Primavera y Covid-19

El pasado 11 de setiembre, conmemorando el Día del Maestro, el Presidente Fernández se equivocó al atribuirle a Domingo Faustino Sarmiento la implementación de los guardapolvos blancos en las escuelas argentinas.

Error bastante común. Incluso algunos dicen que fue Alberdi y otros Pizzurno. En realidad fue una maestra de la Escuela Cornelia Pizarro, que aún existe en la Ciudad de Buenos Aires. Matilde Filgueiras era su nombre. En 1915 tuvo la idea de implementar una prenda para evitar las diferencias entre las vestimentas de los alumnos de familias con mucho dinero y las de orígenes más humildes.

La iniciativa surgió de una reunión entre padres de los alumnos y docentes de la escuela. Allí fue que la señorita Matilde propuso el uso de la prenda que luego se llamaría ‘guardapolvo blanco’. Entusiasmada con concretar su idea la docente pagó de su bolsillo la tela. Se las regaló a las mamás del colegio con las instrucciones para confeccionar los delantales que usarían en clase.

Pero esta iniciativa recién se concretó el 1° de noviembre de 1919, durante la primera presidencia de H. Yrigoyen. Se tardaron 23 años más, en 1942, para que el uso del guardapolvo blanco se convirtiera en obligatorio para los alumnos de escuelas públicas.

Setiembre tiene un vínculo muy especial con la educación. El 11 es el Día del Maestro, el 17 el Día del Profesor y el 21 el Día del Estudiante. Este último coincide con la llegada de la primavera, pero en realidad se festeja porque el 21 de setiembre de 1888 llegaron a la Argentina los restos repatriados del prócer Domingo Faustino Sarmiento.

Los docentes, sobre todo los mayores, ya están acostumbrados a escuchar en su día a los gobernantes de turno leyendo discursos para honrar su labor, para elogiar a la educación, etc., etc. La realidad nos demuestra lo contrario. Cada vez se invierte menos en educación y los salarios docentes no alcanzan a cubrir lo necesario para una canasta básica. Por esto un gran porcentaje de maestros debe trabajar en doble turno. En fin, una misma historia que se repite desde hace décadas.

Este año que transitamos, el Covid 19 complicó aún más el trabajo de todos. Los docentes se tuvieron que adaptar a educar a distancia. Perdieron el insustituible contacto personal con sus alumnos. Todos sabemos que lo presencial nunca puede compararse con lo virtual. Cualquier manual básico de pedagogía nos enseña que antes de comenzar la enseñanza de un nuevo tema, el docente debe motivar a sus alumnos. Pues cualquier docente debe estar padeciendo lo difícil que se le hace motivar a sus alumnos vía Zoom.

Sumado a esto muchos maestros andan ‘rastreando’ a sus alumnos porque no aparecen nunca frente a la pantalla para ‘asistir a clases’.

Para los estudiantes y sus familias tampoco ha sido fácil adaptarse a esta modalidad por muchos motivos que ya hemos descripto en otra editorial.

En 2020, por si fuera poco, los estudiantes se vieron imposibilitados de festejar su día. El 21 de setiembre en Mendoza estuvimos nuevamente en la fase 1 de la cuarentena. Hubo miles de policías controlando evitar reuniones al aire libre y en espacios privados. Es razonable puesto que en Mendoza la situación de personas contagiadas está aumentando. Aunque a los jóvenes les cueste aceptar, es mejor quedarse en casa.

Y para terminar, nuestro reconocimiento sincero a maestros y profesores. Muy especialmente a los de Chacras de Coria.

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Editorial: Paisajes cambiantes -->

Editorial: Paisajes cambiantes

Llevamos ciento cincuenta días desde el primer DNU del presidente Fernández, que decidía la cuarentena y el encierro obligatorio cada 15 días. Ciento cincuenta días que ya están agotando muchas paciencias. Sobre todo por las informaciones poco claras y hasta contradictorias que recibimos diariamente. Desde el gobierno nacional prefieren no mencionar más la palabra cuarentena porque obviamente hace referencia a ‘cuarenta’ y no a ciento cincuenta días. Cada quince días nos agregan otros quince y así vamos…

Ya estamos resignados a convivir con el virus. Le atribuimos cualidades humanas como la inteligencia y otras capacidades estratégicas. Escuchamos a diario en publicidades frases como “el virus te testea a vos” o “el virus te busca”. En fin. Si seguimos así, lo tendremos como mascota en cada hogar argentino.

Los paisajes del mundo fueron cambiando. Desde las urbes más grandes hasta la de los pequeños pueblos. Durante la primera etapa vimos que los animales de algún modo festejaban el encierro de los humanos y volvieron a vagar libremente en territorios antes prohibidos. Poco a poco, a medida que sospechábamos que el peligro cesaba, se fueron devolviendo algunas libertades restringidas.

Sobre todo en países europeos, donde ahora gozan del calor veraniego. Pero el inteligente virus se les aparece nuevamente. Como quien juega a las escondidas o a la mancha. Pareciera que el juego lo va ganando el Covid.

En el país, donde algunas provincias llevaban más de 100 días sin contagios, hoy se ven sorprendidas por la cantidad de enfermos. Valga como ejemplo Jujuy. Otras jurisdicciones como Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires están en una situación más crítica.

En nuestra provincia estamos transitando otra etapa: el distanciamiento social obligatorio. Ya todo sabemos de qué se trata. El paisaje mendocino también cambió desde marzo hasta hoy. No sólo porque acabó el otoño y llegó el invierno, sino también por muchos factores humanos.

De los desoladores primeros días del encierro casi total hasta hoy, sucedieron muchas cosas. Cada uno sabrá cómo varió su estado de humor, la relación con sus hijos o esposa, su relación con los amigos o en sus trabajos. Y también cómo cambió su economía hogareña con el aumento de precios y la falta de trabajo. Sólo un dato de la situación económica de Mendoza: 200 cafés y restaurantes cerraron.

En Chacras de Coria no hemos advertido demasiados cambios en cuanto a la actividad comercial. Abrió un nuevo comercio en el local de la vieja panadería Los Andes que había cerrado antes de la pandemia. Cerró la librería en calle Aguinaga y ahora funciona otro emprendimiento. Claro que los hoteles de la zona permanecen cerrados o con mínimo trabajo. Algunos tuvieron que reinventarse y crecieron los delivery. Pero la mayoría de los tradicionales e importantes comercios siguen trabajando.

Tal vez lo más notable del cambio de nuestro paisaje sea el cierre de las escuelas. Ya no vemos niños ni adolescentes a las tradicionales horas de entrada y salida. La esquina de Viamonte y Aguinaga está un poco desamparada de infancias bulliciosas y felices a la salida de sus turnos. La Plaza dejó de albergar a jóvenes que esperaban entrar a la ’Panchito’ o a las maestras charlando con los padres en la puerta del cole.

Así estamos. Como cada uno puede. Y ahora con la esperanza de la vacuna en el 2021. Esperemos que sea cierto y no como dice la canción: ‘mitad verdad, mitad mentira como esperanza a los pobres prometida’.

Foto: La Voz

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Editorial: Responsabilidad Social -->

Editorial: Responsabilidad Social

Hace poco más de tres meses, a fines de febrero, los mendocinos y argentinos en general, escuchábamos hablar de una pandemia originada en China que luego se fue extendiendo por Europa.

Seguramente para la mayoría se trataba de algo exótico, que sólo le ocurría a los chinos y los europeos. Algo tan lejano en tiempo y espacio que era imposible que llegara a nuestra patria. Muchos chistes y bromas en tono de burla comenzaron a invadir las redes sociales. El mal ya tenía nombre y apellido: coronavirus o Covid-19.

La incredulidad argentina iba a durar poco. A principios de marzo, un poco tímidamente, autoridades informaban de algunos posibles casos de contagio en Argentina provocados por personas que regresaban del exterior. Nadie sabía, a ciencia cierta, de qué se trataba este virus ni las verdaderas consecuencias que conllevaba.

Al comienzo las autoridades minimizaron la gravedad de la situación. Nos dijeron que la gripe era más mortal, que en todo caso los servicios sanitarios estaban lo suficientemente preparados para afrontar una probable epidemia. Mientras, la OMS declaraba al Covid-19 como pandemia.

Comenzamos a tener miedo: estaba muriendo gente atacada por este enemigo invisible. A muchos los invadió una especie de paranoia y como si temieran un inmediato apocalipsis, invadieron supermercados para llevarse más de lo necesario. Ni en las fiestas de fin de año vendieron tanto los súper. Y como no podía ser de otro modo en nuestro país, surgió esplendorosamente la ‘viveza criolla’. Precios disparatados para el alcohol en gel, los barbijos pasaron a ser un artículo de lujo por su costo, etcétera. En fin, todos sufrimos esta realidad.

En Mendoza la situación no era tan alarmante como en algunas otras provincias. Nuestras autoridades, a nuestro parecer, con buen tino, pasaron paulatinamente de las restricciones totales a ciertas libertades o ‘permisos’. Cada vez que el gobernador anunciaba un nuevo avance en la flexibilización, nos recalcaba que si no éramos responsables en las pautas o protocolos dados se iba a dar marcha atrás.

Tal vez, una de las medidas que más deseábamos era la de poder reunirnos con la familia y amigos. Ciertos días y en grupos no mayores de 10 personas.

Muchos no entendieron claramente la consigna y nos perjudicaron a todos. Esos pocos carentes de conciencia social, tal vez hayan pensado que eran seres exceptuados del contagio o incapaces de contagiar a otros. Organizaron fiestas clandestinas con más de 100 personas sin respetar el aislamiento social. En varios departamentos sucedió esto.

Más allá de las sanciones previstas para los infractores está el daño que nos causan a todos. No sólo por la cantidad de posibles e incontrolables contagios que puedan causar, sino porque nos hacen retroceder. Ahora solo nos podemos juntar con la familia los domingos. Se declaró a Mendoza en alerta sanitaria y limitan la circulación. Esto es lo que consiguieron los inconscientes. Está bien, aunque nos duela. Tuvimos esta semana un récord de contagiados en Mendoza y cualquiera de nosotros puede ser uno de ellos. La última cifra publicada nos informa que en el país hay más de 83.426 infectados y 1.644 muertos.

Si seguimos sin respetar las normas iremos retrocediendo en lugar de avanzar. De nosotros depende.

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Editorial: ¿Volveremos a la normalidad? -->

Editorial: ¿Volveremos a la normalidad?

En Mendoza estamos disfrutando cierta flexibilización desde los últimos días. Nos dieron ‘permiso’ para visitar a la familia los sábados y domingos hasta las 23 hs. Abrieron algunos bares y cafés. Todo con protocolo muy estudiado y por ahora, respetado.

Seguramente al reencontrarnos con nuestros hermanos, sobrinos, padres y cuñados soltamos el barbijo y nos besamos y abrazamos como Dios manda y no el protocolo. Para muchos fue el comienzo de una liberación luego de tantos días de aislamiento, encierro y ausencias. Sentíamos con ansias volver al beso y los abrazos de los seres queridos. Algo tan normal, elemental y rutinario que de pronto nos fue vedado y por eso mismo era más anhelado aún.

La pregunta recurrente y sin respuesta es: ¿Cuándo volveremos a la normalidad? A la vida que llevábamos casi sin darnos cuenta y que la pandemia trastocó, algunos dicen que para siempre, que de ésta saldremos más empáticos y solidarios, que ya nunca volveremos a ser los que fuimos…

El Covid ha marcado un antes y un después. Como el nacimiento de Cristo que marcó la historia en A.C. y D.C. Tal vez algún historiador se anime a dividir a nuestra época en antes del Covid y después del Covid (A.C; D.C.)

Esta pandemia nos está mostrando muchas imágenes incontrastables difundidas a través de los medios. Vimos el cielo diáfano de nuestra ciudad, el monte Everest desde la llanura, gansos cruzando la Avenida Libertador, en Buenos Aires, sin ser molestados, y muchos otros animales acampando a sus anchas en diversas ciudades del mundo; el calentamiento global disminuyó y respiramos aire más puro…

El hombre se encierra y la naturaleza empieza a recuperarse. Es para pensar.

Todas las sociedades del mundo tienen una alfombra donde esconder lo que no quieren mostrar. Bajo ese tapete van ocultando o negando lo que lo les conviene ser a la vista de todo el mundo. Cada país reniega de realidades que no supo o nunca le interesó resolver definitivamente, pero están latentes bajo el tapete. Y esta pandemia levantó muchas alfombras y comenzó a mostrar al mundo esas existencias negadas.

En E.E.U.U esta semana volvió a la luz el ancestral racismo. El pueblo afroamericano vivió 200 años de esclavitud bajo el imperio británico y 100 bajo el imperio de los Estados Unidos hasta la guerra de secesión que supuestamente acabó con la esclavitud. Y 50 años para tener un presidente negro. Hoy vemos que el racismo siempre estuvo escondido bajo el tapete. Bastó que un policía blanco asesinara a un joven negro…

En nuestro país la pobreza y la marginalidad absoluta nunca fueron tema de la agenda prioritaria de ningún gobierno. Hasta que la pandemia nos empezó a mostrar lo escondido. En el Gran Buenos Aires aparecen más y más casos de infectados por el Covid. La televisión muestra en Villa Azul, doce personas viviendo en una casa precaria, sin agua potable, sin cloacas, sin alimentos ni recursos para obtenerlos. ¿Nadie sabía de esta realidad antes del Covid?

Nuestra normalidad, la de los que tenemos trabajo, un hogar decente y recursos para alimentarnos no es la misma ‘normalidad’ de todos.

¿A qué normalidad queremos volver?

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Editorial: Docentes, siempre indispensables -->

Editorial: Docentes, siempre indispensables

La pandemia y el encierro ‘voluntario’ nos cambió la vida repentinamente. Todo lo que hacíamos en forma habitual y casi sin darnos cuenta, hoy tiene mil complicaciones. Este abrupto cambio nos ha obligado a adaptarnos a nuevas formas de comportamiento dentro y fuera de nuestros hogares. Se cerraron todas las instituciones educativas. Desde jardines maternales hasta las universidades, tanto públicas como privadas. Los niños y los jóvenes vieron interrumpida su rutina. Pero la educación debe continuar, mal o bien. La única solución posible es hacerlo a distancia, vía internet.

Todas las autoridades, no solo las educativas sino las administrativas de cualquier ramo, parten del supuesto de que internet es algo tan común y habitual como el aire que respiramos. Y como nada se puede hacer en forma personal debemos pagar impuestos y servicios vía on-line. Todo se resuelve, supuestamente, con un sencillo clic en el teclado.

Los docentes, los alumnos y sus padres se han involucrado como han podido para que el sistema educativo siga funcionando. Para que cada estudiante pueda seguir con sus aprendizajes. Los padres delegaban gran parte de la tarea educativa a la escuela. Hoy se encuentran con sus hijos en casa tratando de colaborar con ellos en sus tareas. Entonces advierten algunos problemas, como la indisciplina, la dispersión o la falta de ganas.

Por otra parte, no todas las familias tienen telefonía celular. Algunas cuentan con un solo teléfono en la casa, muchas veces obsoleto, que debe ser compartido por todos los chicos para recibir y realizar sus tareas. No es sencillo.

Alejandra, una profesora de Lengua de nivel medio -muy comprometida con su labor- nos comentó algunas de sus vivencias desde que comenzó la educación a distancia. Lo primero que destacó es la falta de conectividad. No todos los hogares tienen acceso a ella. Esto es una dificultad. Algunos padres han pedido un poco de tiempo, porque deben comprar un paquete de internet para que sus hijos hagan las tareas.

Sin bien los jóvenes que hacen uso del celular están habituados, no están alfabetizados digitalmente. Usan el teléfono como entretenimiento. No saben usar un determinado programa o mandar un correo por mail.

Por otra parte, la realidad de los docentes de escuelas secundarias es distinta a los de primaria. Un maestro con doble jornada atiende dos cursos. Un profesor de secundaria debe trabajar en varias escuelas, distintos cursos y espacios curriculares.

Alejandra tiene 220 alumnos. A veces recibe mensajes de WhatsApp a las dos de la mañana. Muchas veces sin nombre y sin aclarar de qué curso. Ahora los estudiantes pueden sacar fotos de sus tareas y enviarlas al docente. Muchas le llegan escritas con lápiz, con caligrafía difícil de entender…

El otro tema es que el docente debe hacer un seguimiento de cada alumno, realizar la devolución con las correcciones una por una y esperar que le respondan.

Estas son algunas de las reflexiones que nos hizo llegar esta docente Y para terminar agregó: “Nosotros ponemos todo el empeño al igual que la mayoría de los chicos. Pero la presencia del docente en el aula es irreemplazable. Un gesto, una sonrisa oportuna, colocar la mano sobre el papel al lado del alumno para guiarlo… eso no se puede sustituir. Demostrarle afecto y el reto oportuno. Compartir vivencialmente la tarea de enseñanza – aprendizaje no se logrará jamás con un teléfono o una computadora”.

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Editorial: Ser y Tener (segunda parte) -->

Editorial: Ser y Tener (segunda parte)

En la primera parte (ver el número pasado), dejamos planteada una reflexión sobre el sentido que le damos a nuestra existencia sabiéndonos mortales. Cada ser humano goza del libre albedrío que le permite hacer según su buen parecer. Cada persona va construyendo su propio camino. ¿En busca de qué? Casi todo el mundo nos diría que lo que busca, lo que verdaderamente desea es ser feliz. Ahora bien, la cuestión es que cada cual busca la felicidad de distintas maneras.

Aristóteles, en el libro Z de su metafísica, trata el tema en profundidad. Como su razonamiento es bastante complejo haremos el esfuerzo de simplificarlo, aunque no de dar soluciones para ser felices. La primera idea importante es no buscar la felicidad (el sentido último de nuestra existencia) en cosas que, o bien nos las pueden arrebatar o bien las podríamos perder. Algunos confunden felicidad con alegría. La primera debería ser un estado permanente de nuestro ser, la segunda es siempre pasajera. La alegría casi siempre es momentánea. Nos alegra recibir una buena noticia, o encontrarnos con alguien querido que habíamos perdido de vista… En fin, este grato momento pasa rápido y luego continuamos con nuestra rutina.

En cambio, la felicidad debe ser un estado de ánimo permanente, que no esté dependiendo de circunstancias ajenas a nosotros. Algunas personas se empeñan con afán en tener ‘el auto de sus sueños’. Imaginemos que, con un poco de suerte, lo consigan. Encontró lo que tanto deseaba. Por ello lo cuida como al bien más preciado. Pasea en él orgulloso, mostrando su mejor sonrisa y deseando que muchas miradas se posen en él. Gasta mucho dinero en patentes, seguros, cochera… Pero un mal día, su felicidad (el automóvil) puede ser sustraído o sufrir un accidente o cualquier otra contingencia. Entonces se siente el ser más desdichado del universo. Ya no se siente feliz, piensa que todo su empeño fue vano y que volverá a tener que empezar de cero para reconstruir su felicidad.

Otros piensan que deben progresar. Tener una casa llena de confort. Y se desviven para lograr ese anhelo que los hará felices. Se dedican tanto a ello, que, sin darse cuenta, trabajan mucho más tiempo, descuidan a sus familias, no descansan lo suficiente, el mal humor se les hace algo cotidiano. Volvamos a suponer que después de tanto empeño logra poseer la casa soñada. La protege con rejas, con cámaras de seguridad, con carísimos seguros… Pero ya sabemos que en cualquier vivienda todo puede pasar. Lo peor sería un incendio y la destrucción total del inmueble. Se esfumó la felicidad.

Según el evangelio de San Mateo, Jesús dijo a sus discípulos: “No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban…” No nos desvivamos persiguiendo cada vez más bienes materiales. Eso no es progresar, es simplemente tener más. Y nuestra felicidad no puede estar pendiente de algo que podemos perder de un momento a otro. Los griegos antiguos (filósofos de distintas corrientes) llamaban ‘ataraxia’ a la disposición de ánimo, gracias a la cual una persona, mediante la disminución de deseos que puedan alterar el equilibrio mental y corporal, y la fortaleza frente a la adversidad, alcanza dicho equilibrio y finalmente la felicidad, que es el fin de nuestra existencia.

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Editorial: Ser y Tener (Primera parte) -->

Editorial: Ser y Tener (Primera parte)

El ser humano es el único animal del planeta dotado de razón y conciencia. Por ello, también, es el único que sabe fehacientemente que la muerte es su destino final. Desde pequeños sabemos que no somos perpetuos y que vamos a morir, aunque no sepamos nunca cuándo ni de qué modo.

Este sabernos seres finitos, con principio y fin, ha sido tema de muchísimas obras filosóficas. La muerte como presencia no deseada y, a la vez, como destino final, ha inspirado a muchísimos autores a preguntarse por el sentido de la vida.

¿Cuál sería el mejor proceder en este tránsito hacia la nada? Las religiones nos traen consuelo con una vida después de la muerte. La vida eterna, en algunos casos, o la reencarnación, en otros. Para ello debemos cumplir ciertas normas de conducta o mandamientos que aseguren nuestro paso a una vida mejor.

A todos nosotros, alguna vez, se nos vino encima la pregunta: “¿Cuántos años viviré?” Es un dilema simultáneamente terrible y fantástico, cuya única respuesta es la incertidumbre. Para atemperar un poco esta angustia hemos construido lo que se llama “esperanza de vida”. Se define a ésta como a la cantidad de años que un recién nacido puede llegar a vivir si los patrones de mortalidad por edades que predominan en el momento de su nacimiento, se mantuvieran invariables a lo largo de toda su vida.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en nuestro país esa expectativa se acerca a poco más de 76 años (los datos van cambiando y se espera que en pocos años más, lleguemos a los 83 -en el 2040-). Las mujeres más longevas son japonesas con una esperanza de vida de 86,8 años. Mientras que la población de Sierra Leona, en África, es la más baja de todo el planeta, de 50,8 años.

Supongamos que en Argentina una persona comience su vida “productiva” a los 18 años. Consigue alguna ocupación remunerada y empieza a labrarse “un futuro”. Consigue un trabajo. A cambio de su esfuerzo le dan dinero, que es el bien de cambio que todos usamos. Algunos reciben más y otros mucho menos. Pero no trabajamos solamente por el dinero. Aristóteles, hablando del tema, nos enseñó que el fin último del trabajo es el descanso.

La cuestión que sometemos a la reflexión es la siguiente: ¿Qué futuro queremos forjar antes de que la muerte nos sorprenda? Aquí cada cual y por su libre albedrío tomará las decisiones que considere mejores. Seguramente, la primera es satisfacer las necesidades básicas: vivienda, salud, educación, alimentación, protección y recreación. (Nada sencillo en la Argentina de hoy). Sigamos suponiendo que una vez logrado esto ya tenemos cierta estabilidad y algo de tranquilidad. ¿Y ahora? Algunos deciden por el tener y otros por el ser.

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