Economía: Sobre el impuesto a la riqueza

Desde un punto de vista “estrictamente técnico”, analizaremos el proyecto teniendo en cuenta que se cobraría sobre el total del capital.

Por Roberto Villalon – Contador

Las grandes riquezas, salvo excepción, devienen del mundo productivo. Corresponden a grandes empresas o importantes conjuntos productivos. Su capital se compone de dos partes.

1.- Capital fijo: Es la mayor proporción y es el de uso. Está compuesto por inmuebles, maquinarias, instalaciones, vehículos, etc.

2.- Capital variable o de trabajo: Es la menor proporción. Está compuesto por dinero, materia prima, mercadería, insumos, y sirve para hacer funcionar el fijo. Es siempre crítico, porque no puede ser menos de lo que hace falta y si supera este límite, no tiene aplicación práctica.

Si sobra se invierte. Es importante aclarar que los impuestos no se pueden pagar con el capital fijo sino con recursos que deben restarse del capital de trabajo. Es decir, se pagan con recursos necesarios para movilizar la actividad. Entonces, en este caso, el pago de este impuesto afectaría directamente en forma negativa la actividad económica de la unidad productiva. Lo que se recaude por el nuevo impuesto no sería neto, sino que a eso debería restarse lo que se pierda de recaudar por otros impuestos (Ganancias, IVA, Ingresos Brutos, etc.), por las restricciones financieras y operativas que genera el pago del mismo, restando capacidad a la actividad económica en la generación de recursos.

Este impuesto es sin lugar a dudas regresivo, no sólo porque afectaría negativamente en forma directa las actividades productivas de todos los grandes conglomerados productivos del país, sino también por los efectos colaterales que generaría en quienes piensen en invertir en Argentina, pues como es sobre el capital, a cualquiera que piense invertir aquí le plantearía un problema de conveniencia o inconveniencia de hacerlo o no, obligándolo a un análisis de comparación con otros lugares a dónde llevarlo. Como corolario a todo esto, podríamos decir que en el mundo de los negocios hay en general dos tipos de estrategias. A una se le llama “menos por más” (vendo poco y caro) y la otra “más por menos” (vendo mucho y barato). Generalmente, la segunda puede sobre la primera, porque es la más competitiva y lógica.

Cuando el Estado diseña su sistema impositivo, debe desarrollar estrategias para la obtención de la mejor recaudación posible. Pero a su vez, debe pensar cómo se genera ese flujo a través de una mayor actividad, y no echar mano a impuestos distorsivos que frenan y desalientan la misma. Lo claro sería, mejor recaudación con menor presión, gracias a la mayor actividad económica. Para repartir hay que tener y para tener hay que producir. Mal puede repartir quien no puede producir lo que quiere repartir. Entonces es malo quitarle al que tiene, de lo que tiene para producir. Es mejor incentivarlo a que produzca más, para recaudar más, sin dañar el capital de trabajo. Esto trae otros innumerables beneficios, propios de una mayor actividad económica.

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