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Portezuelo, Mendoexit y otras yerbas: Cosas de nuestra horrible política cotidiana

La decisión del presidente Fernández de retacear apoyo a Portezuelo del Viento y amenazar con negarse a pagar la deuda histórica de la Nación con Mendoza sugiere una preocupante mezquindad y pequeñez en nuestros líderes. Pero la idea de Cornejo de separarnos de la Nación y constituirnos en un Estado independiente no es precisamente superadora. Una designación en la Corte cerró un mes de pesadilla para la provincia.

Dr. Alberto Montbrun

La obra de Portezuelo del Viento es un cometido histórico que pasa de generación en generación desde hace por lo menos cinco décadas. Se trata de la construcción de una represa y una central hidroeléctrica sobre el Río Grande, al sur de Mendoza, cerca del límite con Chile, en Malargüe.

Para poder financiar una obra de esta naturaleza la provincia a lo largo de los últimos veinte años sorteó momentos críticos con la Nación que terminaron en importantes acuerdos.

Uno fue en 2006. Años antes, el gobernador Lafalla había iniciado una demanda contra la Nación por los daños sufridos por Mendoza como consecuencia de la prórroga ilegal de la promoción industrial en épocas de Menem. Tuve el honor de participar de esa acción junto a juristas de diversas extracciones.

En 2006, cuando el Procurador de la Corte había adelantado ya un dictamen favorable a Mendoza, el presidente Néstor Kirchner negoció con el entonces gobernador Julio Cobos un acuerdo por el cual si Mendoza retiraba la demanda, la Nación se comprometía a reconocer una deuda de alrededor de mil millones de dólares, que sería destinada a la construcción de la presa de Portezuelo del Viento.

Firmado el acuerdo, los avatares de nuestra lamentable política hicieron que la Nación se desentendiera del tema y dejara pasar el tiempo.

Ya en épocas de Mauricio Macri el tema fue retomado y el Presidente firmó con el entonces gobernador Cornejo un acuerdo fijando las modalidades del pago de ese resarcimiento a Mendoza y su destino a la construcción de la presa y central.

Aclaremos que esto no tiene nada que ver con los intereses de La Pampa. Estos son muy legítimos en cuanto el Río Grande es afluente del Colorado. No obstante, no son procedentes respecto a una presa hidroeléctrica en nuestro territorio ya que esta no implica un uso consuntivo del agua.

La dirigencia pampeana ha construido una épica de enfrentamiento con Mendoza por un también antiguo tema relacionado con el Río Atuel. Ahora, aprovechando la relación política con la Nación, consiguió complicar y trabar el proceso de Portezuelo. COIRCO, la comisión reguladora del Río Colorado, pide nuevos estudios de impacto ambiental y el Presidente dice que “no puede financiar una obra a la que se oponen cuatro provincias” (sic), como si la plata fuera de él y no de una deuda documentada y consolidada.

Lo que más duele es ver a personas que se dicen mendocinas defendiendo y justificando los intereses de La Pampa sólo por su lealtad al gobierno peronista nacional. Está claro que con mendocinos así los pampeanos pueden estar muy tranquilos, jamás se hará Portezuelo.

Ante el natural enojo e indignación que provocó la actitud presidencial, el ex gobernador y presidente de la UCR a nivel nacional, Alfredo Cornejo, salió a los medios retomando, no está claro si como humorada o en serio, una absurda idea de la desopilante monarquía gobernante en San Luis: independizar a la provincia separándola de la Nación.

Más allá de que es jurídicamente imposible, no parece que sea apelando a la emocionalidad sensibilizada por la arbitrariedad presidencial la forma de encauzar un debate sensato de estos temas.

Sin dudas el país es uno sólo, pero los intereses provinciales son fundantes de nuestra nacionalidad y por lo tanto la hora reclama, más que nunca, sensatez y grandeza. Si no la tiene el gobierno nacional debería tenerla el de la provincia.

Para colmo de males junio -el peor mes del coronavirus en Mendoza– cerró con la apresurada designación en la Suprema Corte de Justicia de una mujer de cuestionados antecedentes, en un proceso donde la circunstancia de su género fue esgrimida, una vez y otra vez, como la única justificación de su nombramiento. En soledad, a las apuradas, casi en secreto, se produjo un hecho institucional que en vez de ser un acontecimiento cívico pareció un episodio policial. Penita y pena por Mendoza.

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