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El mate: rito de muertos, amantes y endemoniados

-El Fogón: El rincón donde conversamos sobre palabras, expresiones y refranes muy nuestros-.
No es una bebida, es un símbolo de nuestra pertenencia al suelo, un hábito de amistad -o de solitaria meditación- que nos acerca, todos los días, a nuestros ancestros indígenas.

Por Nicolás Sosa Baccarelli

Cuenta la tradición que el conquistador Hernandarias ordenó quemar dos talegas de yerba en la Plaza Mayor de Buenos Aires. ¿La razón? “Mándolas quemar porque el mate es un vicio que favorece a los enamorados”, dijo. Según el estudio de Mónica Gloria Hoss de le Comte (El mate, Buenos Aires, Maizal, 2001) el mate era consumido desde la época prehispánica entre los guaraníes. Lo llamaban “kaaí”, siendo “ka’á”: hierba, e “í”: agua.

Los otros pueblos que tuvieron trato con ellos, adquirieron el hábito del mate, siendo los primeros en hacerlo los querandíes, los pampas antiguos, y los qoms, entre otros. Sin embargo, la palabra “mate”, no proviene del guaraní sino de la voz quechua “matí”, que significa “calabaza”. Gonzalo Abella, en Mitos, leyendas y tradiciones de la Banda Oriental, señala que los guaraníes sepultaban los restos de sus seres queridos y en ese mismo lugar plantaban yerba mate; luego de que la planta crecía, la cosechaban y la tomaban en rueda con sus familias de la misma manera que se hace hoy en día.

Los guaraníes realizaban estos ritos porque creían que de esa forma el espíritu de sus seres allí enterrados iba a crecer con la planta de yerba mate y pasar a través del mate a su cuerpo para permanecer con ellos. Los conquistadores vieron en el mate una hierba del demonio. Según una crónica de Antonio Valladares de Sotomayor fechada en 1788 (citamos con la grafía original) “no es otra cosa que las ojas de ciertos árboles del país, que llamándolos yerbales, dijo el Padre Antonio Ruiz en su conquista espiritual de aquel país del Paraguay, que los hechiceros, la introdujeron por parte del demonio que con ella se privaban del juicio, y se emborrachaban (…)”

Evidentemente Valladares se está refiriendo a sus compatriotas que fundaron Asunción en 1537. Podríamos llegar a pensar que éstos fueron los primeros europeos que conocieron nuestra bebida. Con el tiempo se levantó la prohibición. Y al parecer el mate gustó mucho a los españoles. Existen documentos de fines del siglo XVI que testimonian la preocupación de algunas autoridades del cabildo de Asunción por la cantidad de mujeres y niños que han adquirido el “vicio” del mate. Tras algunos viajes a Europa con yerba mate de muestra, los conquistadores comenzaron a cultivarla, claro está, con mano de obra indígena. Especialmente los misioneros jesuitas fueron quienes se dedicaron a este cultivo. La expulsión de la orden jesuita hacia 1770, hizo que la yerba mate se perdiera como explotación productiva.

Fue el célebre paisajista Carlos Thays, -artífice de nuestro Parque General San Martín, entre otras importantísimas obras a lo largo del país- quien investigó desde 1895, nuevas formas de producción de la yerba mate (específicamente nuevos métodos de germinación de las semillas). Existe un texto suyo, fechado en 1913, editado en París y titulado “Les Fôrets naturelles de la République Argentine” donde explica paso a paso cómo ejecutó este importante avance. Inseparable compañía nuestra desde un tiempo inmemorial, Borges lo situó en un galpón, reposando sobre la mano de uno de nuestros abuelos, crujiendo en su boca como un bicho, como un objeto sagrado en esa liturgia cotidiana del peón de estancia: “Fue el hombre gris que oscuro, en la pausada penumbra del galpón sueña y matea mientras en el oriente ya clarea la luz de la desierta madrugada”.

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