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Las series de antes no le temían a los spoilers

El Superagente 86 y Batman son las elegidas de este mes para recordar ficciones difíciles de olvidar en los tiempos que corren.

Por Lic. Patricio Pina

“Engancharse” con una serie es verse arrastrado por una trama que nos enlaza a un destino incierto sin más promesas que una seducción en cuotas. En estos tiempos de ofertas exponenciales y multiplicidad de accesos virtuales, las series marcan el paso de nuestras vidas, abarcándonos con su longitud. Las sesiones maratónicas de visionado condicionan nuestro sueño pero nos protegen de los spoilers, esa maldición con forma de mal amigo que, sin decir agua va, te deschava la muerte de un personaje en un capítulo distante que nosotros aún no vemos.

Pero hubo un tiempo en que las series brindaban sus dones a cuentagotas semanales, dándonos tiempo para el suspenso creciente o el disfrute relajado. De aquellas épocas de consumo menos compulsivo (hoy las plataformas hasta tratan de que evadamos los créditos finales), recuerdo algunas joyas que conformaron mi educación serial. Todos tenemos nuestras preferidas. Entre este mes y el que viene les compartiré las mías.

GET SMART (bah, EL SUPERAGENTE 86). Lejos de esas extraordinarias series dramáticas cuyas grandes bondades te esclavizan por años a la pantalla (y así vemos, con preocupación, como oscilan, titubean, decaen, trastabillan y mueren), las series cómicas buscan con premeditación el disfrute instantáneo cuando uno lo necesita, un shot de placer que no depende del desarrollo de las tramas, una eficiente y comprimida media hora de risas que te alegran el día. Muchas lo intentaron, varias lo consiguieron y sólo una enfrentó un mini-género (el cine de espionaje) en una época donde James Bond formateaba su lado glamoroso y canchero, le creó un espejo cómico y no tuvo un solo capítulo ni siquiera regular. Mientras El agente de C.I.P.O.L. pasaba por el costado más o menos serio del asunto, Mel Brooks lo transformaba en una fábrica inagotable de gags respetando las codificaciones. Veamos: los sugestivos nombres de las agencias (KAOS y CONTROL), la ubicuidad del agente 13, la adorable 99, “…y Edward Platt como El Jefe”, Jaime, Colmillo, Siegfried, el Cono del Silencio, la secuencia de títulos (y la de cierre, que casi nunca veíamos), el gran doblaje al español y, de entre los muchos gadgets ridículos y brillantes, el magnífico Zapatófono. La más perfecta arma anti-zapping. El temible operario del rrrrecontraespionaje.

BATMAN. Entre 1966 y 1968, el oscuro encapotado de DC Comics tuvo su cover psicodélico cuando se cruzó con el Swinging London y la Surf Music de la Costa Oeste. De la mezcla resultó un artefacto televisivo que reunió en felices e irrepetibles proporciones ingenuidad infantil y bizarría autoconciente. La filiación historietística de la propuesta se recrea en la angulación de los encuadres y las gráficas onomatopeyas. La galería de villanos y los cameos de los famosos son grandes patrimonios de la serie, entre los que puede recordarse a Joan Collins, Vincent Price, Burgess Meredith y César Romero (cuyo Joker roba con descaro la gestualidad de Conrad Veidt en “El hombre que ríe”). La peculiar relación entre el multimillonario Bruno Díaz y su joven pupilo Ricardo Tapia, que supo alimentar intolerancias diversas, fue un moderno toque “gay friendly” que por suerte ninguna Batichica pudo modificar. Con ese jingle inolvidable, Batman es esa delirante fiesta de disfraces que siempre lamentaremos habernos perdido.

Continuará…

(Rector de la Escuela Regional Cuyo de Cine y Video). Junto a Claudia Nazar dan el Taller de Cine “Y algunos comieron perdices”, en la Biblioteca Popular de Chacras de Coria, todos los sábados de noviembre a las 18 hs.)

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