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Cine: “Si querés llorar, llorá”

Primera parte de este ránking de películas para tener los pañuelitos a mano y dejarse llevar por la emoción.

Por Lic. Patricio Pina*

-”Yo te soy de llorar con las películas…”

Esta frase, lejos de ser un síntoma de debilidad, es el indicador de la capacidad de las películas de crear personajes reales, tanto como para identificarnos con sus vivencias y sufrir con ellos. Vivimos sus historias. Los lagrimales se hacen eco de nuestro corazón estrujado y nos dejamos llevar por la emoción que nos moja las mejillas.

Entre el arbitrario placer de armar listas y el feliz recuerdo de momentos llorados, les propongo para este mes y el que viene un caprichoso “top ten”, de menos a más, de escenas inolvidables de la historia del cine, de esas en las que hasta al más duro de los temperamentos se le pianta un lagrimón…

10- Muere la madre de Bambi, en “BAMBI” (James Algar y otros, 1942).

Ya de chicos Walt Disney nos informa sin anestesia que las mamás pueden morir, de repente y para siempre. Perpetra un asesinato para exponer su tesis de que la condición para crecer y madurar es la pérdida y el sufrimiento. Bambi grita “¡Mami, mami!” y sobre él y nuestra infancia se cierne un inesperado invierno, bajo un silencio de nieve.

9- Arthaz muere de tristeza, en “LA HISTORIA SIN FIN” (Wolfgang Petersen, 1984).

Casi todo es feliz en el recuerdo de esta película: el esponjoso perro volador, la canción de Giorgio Moroder, un villano contundente llamado La Nada: torbellino que devora espacio y tiempo, némesis perfecta de la estrella del film: el poder de la imaginación. Pero una honda puñalada sigue sangrando: cuando el caballo Arthax entra en los pantanos y, arrasado por la tristeza, queda atrapado y se deja morir.

8- Wilson se aleja de la balsa, en “NÁUFRAGO” (Robert Zemeckis, 2000).

Cuando la película llega a una isla desierta, encuentra el tono para meditar sobre la soledad de los seres humanos, su capacidad de adaptación y lucha contra los elementos. Pero también se habla de amistad. Tom Hanks sobrevive al aislamiento gracias a una foto y a una pelota. Wilson es una compañía silenciosa y optimista, un sostén espiritual con sonrisa de Gioconda. Se entiende que abandone la balsa: ha cumplido su misión y viaja a un mundo que no le pertenece. Pero Hanks demuestra con su llanto y desesperación lo terrible que puede ser la pérdida de un amigo.

7- Bruno Ricci toma la mano de su padre al final de “LADRÓN DE BICICLETAS” (Vittorio De Sicca, 1948).

El Neorrealismo fue muchas veces una épica de las batallas cotidianas, de esas que se libraban todos los días y silenciosamente en la Italia de la posguerra. Objetos comunes, personas anónimas: la bicicleta como único sostén familiar, fuente de trabajo y dignidad que busca recuperar un padre junto a su hijo. El chico toma al final la mano de su progenitor, pagando un precio demasiado caro para su edad: el doloroso aprendizaje de una ética de templanza y resignación. Bruno se transforma en cinco minutos en un veterano de guerra, y esa angustia nos corroe el alma.

6- Vuela el Hércules y se escucha “Aurora”, en “GARAGE OLIMPO” (Marco Bechis, 1999).

Viví toda la primaria y parte de la secundaria durante la dictadura. Vi a la gente festejar en las calles un Mundial. Vi cómo se usaron dos islas para taparle los ojos a un país de patrioterismo largo y memoria corta. Y vi más, y después supe y me horroricé y más tarde crecí y ya no olvidé ni perdoné. Nunca más. Por estas y otras tantas otras, cuando vi por primera vez el final de esta película lloré. Y hoy, aunque ya no lloro si la veo, cuando se abre la compuerta del avión y suena “Aurora”, aprieto la mandíbula hasta casi trizar mis muelas. Bronca y dolor.

*El autor es rector de la Escuela Regional Cuyo de Cine y Video. Junto a Claudia Nazar dan el Taller de Cine “Festival de festivales”, en la Biblioteca Popular de Chacras de Coria, todos los sábados a las 18 hs.

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