Archivo | abril 20th, 2018

Hablemos de Vinos: Mendoza, la tierra elegida -->

Hablemos de Vinos: Mendoza, la tierra elegida

La calidad de un vino está íntimamente relacionada con su región de origen. Mendoza cuenta con diversidad de terruños donde las vides vegetan en equilibrio logrando productos de alta gama y reafirmando el concepto “el vino nace en el viñedo”.


Por Silvia Avagnina*

El vino, por su encanto milenario, por el placer de ser bebido, reúne a la naturaleza y al hombre de todas las épocas, a los valles y sus vides, a la ciencia y el empirismo, a la sofisticación y la artesanía. Tiene su origen en el ecosistema clima-suelo-cepaje y difiere en función de las variaciones del clima de cada año y del manejo del viñedo.

Mendoza está comprendida en un ecosistema privilegiado, con regiones de jerarquía para el cultivo de vides destinadas a la elaboración de vinos de diferentes estilos, especialmente los de alta gama. Es bella en todas las estaciones, pero en particular en otoño, cuando sus viñedos resplandecen de colores con sus racimos borrachos de sol.

Las diferentes altitudes, hasta más de 1000 metros sobre el nivel del mar, determinan notables variaciones ecológicas que admiten el cultivo de muchas de las variedades difundidas en el mundo. Cada explotación vitícola posee, en general, varios cepajes adaptados a la naturaleza del suelo y clima de cada terruño, que pasan a integrar blends algunas veces y otras, quedan como varietales puros.

La baja precipitación con un régimen preferentemente estival, insuficiente para el cultivo de la vid, obliga a recurrir al riego con agua de ríos y subterránea, configurando oasis perfectamente delimitados. En la región cultivada no nieva, con algunas excepciones en varios años, pero la nieve es de vital importancia en la zona de la Cordillera de Los Andes, origen del agua de riego. El granizo, presente en casi todas las zonas, suele provocar importantes daños por lo que año a año los viñedos son protegidos con tela antigranizo. La ecología determina un privilegio en cuanto al control de plagas y enfermedades, que no representan problemas.

Los suelos se habrían originado por descomposición y desintegración de rocas y minerales de la Cordillera. A causa de su juventud, son inmaduros y no se nota diferenciación de horizontes genéticos. Con presencia de cantos rodados, más abundante en las zonas del pedemonte, a medida que nos alejamos, los materiales se vuelven más sueltos. La materia orgánica en general es escasa debido a la rápida descomposición que sufre por las reducidas precipitaciones e intensas labores culturales.

En el concierto de la vida, cambian los hombres, las costumbres, los pensamientos, las técnicas. Pero no el clima, la luminosidad, la altura, que se conjugan en Mendoza para brindar la ecología adecuada al cultivo de la vid. Inviernos fríos, primaveras, veranos y otoños definidos, mucha luminosidad y buena amplitud térmica, permiten que la vid se desarrolle en un medio ambiente propicio llegando sus uvas a una adecuada madurez. Se pone en evidencia que a pesar de las nuevas técnicas implementadas, el peso del terruño es importante.

*Enóloga, Profesional Asociada al INTA. Investigadora en vitivinicultura y especialista en análisis sensorial de vinos.

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Cine: Películas que rescatan la memoria de un país -->

Cine: Películas que rescatan la memoria de un país

Por Patricio Pina*

El reciente 24 de marzo recordamos un nuevo aniversario del inicio del período más nefasto y doloroso de nuestra historia. A medida que pasa el tiempo, los hechos se van alejando de nosotros, y nombres y figuras que otrora nos resultaban tan desdichadamente cercanos hoy empiezan a desdibujarse (salvo que alguna noticia nos lo recuerde, como la muerte del último gobernante de la dictadura, Reynaldo Bignone, ocurrida hace pocas semanas).

La monstruosa naturaleza de aquellos hechos nos impone el deber de evocar, ir un paso más allá del puntual recordatorio o el texto eficaz en los libros de historia. Se requiere de un constante ejercicio de memoria para evitar toda posibilidad de repetir las condiciones y hechos de la dictadura.

Vayan entonces algunas películas que refieren a aquellos infaustos momentos. Aproximaciones de diversa índole para mantener viva la fuerza del “Nunca Más”:

Darse cuenta (Alejandro Doria, 1984): Los intentos de un médico por recuperar a un muchacho accidentado y casi dado por muerto. El deber de ponerse de pie plantea una metáfora de rara delicadeza y precisión para los tiempos en que fue filmada, tan cerca del horror.

La historia oficial (Luis Puenzo, 1985): Una profesora comienza a preguntarse quiénes son los verdaderos padres de su hija, adoptada años antes por su marido de una manera sospechosa. Iluminada por el premio Oscar, aparece la perspectiva de aquella clase media que vivió la dictadura de manera lateral, sin advertir la presencia del horror en su propia casa.

La noche de los lápices (Héctor Olivera, 1986): El 16 de septiembre de 1976, chicos que protestan contra el aumento del boleto estudiantil son secuestrados, torturados y asesinados. Narrada con visceralidad difícil de tolerar, la película golpeó muy duro en su momento. La mirada privilegia la exposición cruda de los hechos.

Un muro de silencio (Lita Stantic, 1993): Una directora de cine inglesa llega a Buenos Aires para filmar la historia de Silvia, esposa de un desaparecido durante la dictadura militar. De cómo representar el horror, o narrar lo inenarrable. Aparece una distancia objetiva que nos permite pensar e indagar más allá del dolor. Una de las mejores películas post-dictadura que hablan de ella.

Garage Olimpo (Marco Bechis, 1999): El día a día, rutinario y mortal, de un centro de detención clandestina en la dictadura. Puedo ver su final diez veces y jamás podré evitar que mi sangre se hiele con el vuelo del Hércules y los acordes de Aurora.

Kamchatka (Marcelo Piñeyro, 2002): Los militares son invasores como los de la serie norteamericana. La mirada de un niño, en una familia que se oculta durante la dictadura, nos ofrece una perspectiva de incertidumbre, peligro e irremediable soledad.

Los rubios (Albertina Carri, 2003): La directora filma el proceso de construcción de su documental, con ella misma en tercera persona y la necesidad de saber el destino de sus padres desaparecidos como norte. Madura y brillante, inolvidable retrato de la persistencia tenaz del amor y la memoria.

*El autor es rector de la Escuela Regional Cuyo de Cine y Video. Junto a Claudia Nazar dan el Taller de Cine “Clásicos no tan clásicos”, en la Biblioteca Popular de Chacras de Coria, todos los sábados a las 18 hs.

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El viejo bodegón sin nombre propio -o “la bodega de Aguinaga”- -->

El viejo bodegón sin nombre propio -o “la bodega de Aguinaga”-

Por Onelia Cobos

Soledad Rodríguez es hija de una amiga y compañera del secundario. Esta mañana me ha preguntado por el nombre de un viejo bodegón en Viamonte y Almirante Brown, donde construyen el Barrio Rincón de Viamonte.

Nadie parece saber nada. Toda la población es nueva. Chacras vive la fiebre del crecimiento joven.

Explorar el ayer en la búsqueda de un nombre identificador para integrarlo icónicamente al hoy es querer preservar los orígenes y respetar las raíces de un lugar.

Asistimos a la construcción del presente de este pueblo envuelto en un perfil de modernidad, de barrios privados con escuelas propias donde el urbanismo integra servicios para comodidad y uso de sus muy ocupados dueños.

Este presente intenta rescatar alguna señal de lo que fue el lugar en el pasado, en este caso el nombre de lo que la población conoció como “la bodega de Aguinaga”, en referencia al nombre de sus dueños. La vieja bodega no tuvo otro nombre.

La futura escuela allí pensada podría llevar la denominación de la bodega.

Y ha sido suficiente esta búsqueda para despertar en el recuerdo de unos pocos habitantes de aquellas 160 hectáreas, la crónica del lugar casi perdida.

Una memoriosa Nidia Sileone recuerda a Noemí Becerra de Aguinaga como dueña de los viñedos que abrazaban a la bodega. Un mar verde de veranos y uvas maduras, paraíso de pájaros mañaneros, silencios de siestas rurales donde el tiempo parecía dormido.

La bodega fue alquilada a José Granata, cuñado del señor Sileoni, y quien se convirtió por muchos años en su capataz. Allí crecieron sus dos hijas: Aurora y Nidia, quienes tuvieron un futuro urbano.

La señora de Aguinaga enviudó sin hijos y se casó con un tal Escaparra. Tampoco tuvieron hijos.

Un sobrino, Rafael Videla quedó heredero.

Lo que aparece en nuestra memoria, en imágenes borrascosas, es esa esquina de Viamonte y Almirante Brown, donde una única tienda de ramos generales, “López y Elías” constituía el negocio  grande del pueblo, al que íbamos muy de vez en cuando porque nos parecía muy alejado del casco de la villa. Una población que se movía en bicicleta para todo, sin autos en las calles y con un escaso transporte público.

Llegar a esa esquina, donde empezaba la total ruralidad, era el paseo que nos alejaba de lo ciudadano. Era alejarnos de la plaza de las flores, de la Iglesia, del cine, de la Policía, de los comercios como la panadería, la carnicería, la farmacia…

Era visitar la viña misma que se volvía aroma embriagador en el tiempo de cosecha, cuando aparecía marzo, con sus toques dorados de otoño y Chacras toda, era como una linda niña de “chapecas largas”.

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