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Una cuestión de náutica elemental

Por José Enrique Marianetti

La Segunda Guerra Mundial terminó a fines de 1945. El gobierno peronista declaró la guerra al EJE (Alemania, Italia, Japón) días antes de ese final. Perdóneme, ocasional lector, comprendiéndome, por la escasa precisión en los datos, porque no estoy dando una lección de historia sino usando alguno de sus datos para dar sustento al ambiente en el que baso mi relato.

En aquellos trágicos pero esperanzados días, ocurrió un hecho de repercusión mundial. Un acorazado alemán fue cercado en el río de la Plata. Ignoro por qué o tal vez lo supe y ya no lo recuerdo, pero, en concreto, bastantes marinos teutones vinieron a dar a Mendoza. Recuerdo mis paseos adolescentes junto a mi padre, viniendo a Chacras de Coria o yendo a Luján de Cuyo, por el Carril San Martín, a la altura de Carrodilla, haber visto, casi sobre la calzada de la mano derecha, una especie de mástil blanco.

“Aquí están los marinos alemanes del Graf Spee”, comentaba papá. Veintitantos años después, ejerciendo la profesión en la Clínica Luján, junto al Dr. Amadeo A. Freire, éste me dice,”Venga, Doctor, vamos a revisar a este marino, perteneciente al Graf Spee”, a lo que respondí afirmativamente. Era ya un hombre mayor, de impactantes ojos azules y contextura atlética que había sufrido en una caída la fractura de la cabeza el fémur, y había que operarlo.

El Doctor Freire era un médico sabio, de aquellos que respetaron las enseñanzas de Hipócrates y Esculapio, y también al paciente. A pesar de su fama de gruñón malhumorado, era un fino humorista de gran cultura, con quien compartimos muchas inquietudes literarias, operísticas y pictóricas. Al pie de la cama del enfermo, en tono de broma Freire le pregunta al alemán: “¿Cuál es la pierna enferma, Hans? No vaya a ser que le operemos la sana” Sin titubear, Hans respondió: “Depende desde donde me mire, doctor”. Ahora usted está en la proa y mi pierna enferma, la izquierda, coincide con su brazo derecho y ambos están a babor. Si usted se coloca en la popa (cabecera de la cama), mi pierna izquierda coincidirá ahora con su brazo derecho también pero estaremos a estribor. ¿Le queda claro?”

Recuerdo las carcajadas del querido colega, que quiso sorprender al alemán con una broma y recibió una respuesta inteligente, de irrefutable lógica, sin dudas insólita, en la que el viejo hombre de mar demostró no haber perdido ni su formación ni su brújula. Entre nosotros los médicos, esto es lo que llamamos orientación espacial. Nunca olvido esta anécdota con el Dr. Freire, siempre presente en mi recuerdo afectuoso.

El Doctor Marianetti durante el Café Literario en la Alberdi.

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