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Editorial: Lo único seguro es la inseguridad

Sale un joven estudiante, a la siesta, a esperar el colectivo que lo lleve a la Facultad. Camina distraído por calle Larrea escuchando música desde su celular. De repente lo abordan dos muchachos armados con cuchillos y le quitan la campera y el celular.

Una señora algo mayor sale del Banco antes del mediodía, cruza la Plaza y frente a la Iglesia, un ciclista le arrebata la cartera con el dinero de su jubilación.

Un vecino salió a cenar el domingo a las 22 hs y regresó a las 24 hs. Encontró la reja de entrada arrancada, la puerta destruida y el faltante de muchos bienes materiales. Nadie vio nada nadie escuchó nada.

Otro vecino dejó la camioneta a las 14 hs. estacionada por el lapso de 20 minutos sobre calle Aguinaga. Cuando regresó al vehículo advirtió que le habían sustraído un maletín con documentos varios. Nadie vio nada.

Ninguno de estos sucesos, que por cierto son absolutamente reales, fue noticia policial de ningún periódico. Es más algunos de los damnificados ni siquiera concurrió a la comisaría para realizar la correspondiente denuncia.

¿Quién de nosotros, de nuestros amigos o familiares no ha padecido algún incidente de inseguridad? Si de algo estamos seguros es que vivimos en un permanente estado de inseguridad. Y ya parece que no hay medidas de prevención que alcancen para nuestro propio resguardo. Vivimos encerrados entre rejas, colocamos alarmas y serpentinas electrificadas, atamos y encadenamos la bicicleta bajo candado… Y lo verdaderamente preocupante es que de a poco vamos asumiendo esta situación como algo natural, nos estamos resignando a la inseguridad como si fuera una fatalidad inevitable que algún día nos tocará experimentar. Ya nadie se asombra frente a estos sucesos, es más se comentan con la misma soltura como  cuando hablamos del clima. Ni la misma policía sabe a ciencia cierta cuántos atracos, robos o hurtos se producen a diario ya que muchas víctimas no creen que valga la pena perder el tiempo haciendo el burocrático trámite de la denuncia.

Lejos quedó aquel tiempo de Chacras de Coria apacible, donde los vecinos sacaban las sillas a la vereda y se reunían en hermosas tertulias acompañados por el mate. Lejos estamos de poder dejar la bici en la puerta de la panadería sin haberla atado al árbol; muy lejos el de caminar distraídos a la media noche por cualquier callecita del pueblo. Nos atemorizaron, nos encerraron en nuestras propias viviendas y parece que ya estamos resignados a vivir así.

Las autoridades siempre prometen soluciones y se comprometen a tomar medidas pero nada mejora. Por otro lado también nos preocupa la falta de solidaridad entre los propios vecinos. ¿Cómo es posible que nadie nunca ve ni oye nada cuando están destrozando y arrasando la casa de al lado? Nadie quiere “meterse” en problemas. Cada uno cuida lo suyo. Deberíamos ser capaces de formar una red solidaria contra la inseguridad, de organizarnos con alarmas comunitarias, de avisarnos mutuamente cuando vemos caras o movimientos sospechosos en nuestra cuadra. No es difícil. En algunos barrios ya lo están implementando y algo mejoró. Pero debemos dejar de sentir que lo “único seguro es la inseguridad.”

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