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Llega el libro que relata la historia de la familia Cerutti en nuestro pueblo

Se trata de “Casita robada. El secuestro, la desaparición y el saqueo millonario que cometió el almirante Massera contra la familia Cerutti” (Buenos Aires, Random House/Sudamericana) en el relato de Marijó Cerutti, quien supo pasar su infancia en estos pagos.

La autora, María Josefina Cerutti, es la nieta de Victorio Cerutti, ex propietario de la Casa de la calle Viamonte 5329 de donde fue secuestrado y desaparecido en enero de 1977. “Casita Robada…” estará en las librerías la primera semana de febrero de 2016. Y en abril la autora volverá a su pueblo natal a presentarlo personalmente. En estas páginas, brindamos a nuestros lectores un capítulo de “Casita robada” como anticipo del libro relacionado a nuestro pueblo, cuyas páginas muy pronto podremos recorrer.

Paraíso

Poco antes de cumplir 68 años, Manuel se embarca en el Gran Expreso Giulio Cesare. Vuelve a Italia para el casamiento de su primo Luigi. Viaja con sus ángeles: Angelina, la esposa, y María Ángela, su hija. “Uuu…, Emanuele”, me dijo Giuseppina, la mujer de Luigi, cuando la conocí en Borgomanero en 1988. “Llegó con un sombrero de ala ancha. Contó su América. Que hacía vinos. Que tenía una Casa Grande y una finca de uvas riquísimas en un pueblito al pie de los Andes, más parecido a Italia que a Mendoza.”

Chacras de Coria era el lugar que elegían los productores de vino de principios del siglo XX para pasar las vacaciones de verano. Arbolado de plátanos, tilos y aromos, el pueblo tuvo su máxima expansión entre los años treinta y cincuenta del siglo XX, cuando los hijos de la burguesía del vino disfrutaron de vendimias acumuladas por padres y abuelos. Cabalgaban hasta el Pedemonte. Se largaban en patines del cerro Melón o se bañaban en los canales. Veían las últimas películas en el Gran Splendid. Tenían reservadas las primeras filas.

La Casa Grande era el sol y los planetas eran la finca, la bodega, las viviendas de los contratistas y la Casita (la primera casa de Mazzolari). La Casa Grande tenía diez habitaciones, living comedor, cocina, comedor de diario, patio y galería. Sótano, jardín, pileta de natación, salón de juegos, gallinero, corral y lavadero de autos. La construyó un italiano que reprodujo el modelo de las ville pompeiane o mansiones pompeyanas antes de que el Vesubio derramara lava sobre Pompeya.

La planta de la Casa Grande seguía el modelo que habían elegido las nuevas burguesías del Imperio Romano tras el nacimiento de Jesús. Una casa de vacaciones con vista al Mediterráneo. Los jardines reproducían en menor escala los parques de terratenientes y aristócratas imperiales que los nuevos ricos imitaban.

Para griegos, persas y tribus latinas, el jardín era sagrado porque allí enterraban a sus ancestros. En Grecia los jardines eran abiertos. Cualquiera podía entrar y pasear entre árboles, bosquecitos, arroyitos o fuentes. Para los persas, el jardín era el paradeiso, que quiere decir recinto. A los hombres y a las mujeres del Mediterráneo les gustaba estar en el paraíso. Respirar el perfume de las plantas. Epicuro (341-270 a. de C.), que invitaba a sus discípulos a reflexionar entre higueras, vides y rosales, afirmó que “los bienes son para aquellos que saben disfrutarlos”.

Hasta que nuestro volcán estalló, hasta que las bestias se llevaron a Victorio, el paradeiso de la Casa Grande, incluidos su estanque para pececitos de colores y la estatua del angelito que Manuel mandó traer de Italia, imitaba un paisaje de colinas parecido al pueblo del nono. En más de un sentido, podría ser “El jardín de los Finzi-Contini-Cerutti”.

Sobre la autora

María Josefina Cerutti, nació y creció en Chacras de Coria. Es licenciada en Sociología por la Universidad del Salvador, Buenos Aires, y por la Università di Trento, Italia. En sus dos tesis estudió la presencia de los italianos en el desarrollo de la industria vitivinícola de Mendoza de fines del siglo XIX. La Fondazione Agnelli (Turín) premió su tesis italiana en 1994. Escribió Ni ebrias ni dormidas,las mujeres en la ruta del vino (2012).

La madrugada del 12 de enero de 1977, un grupo de paramilitares secuestró a Victorio Cerutti y a Omar, su yerno, de la finca familiar en Chacras de Coria, Mendoza. En la ESMA y bajo tortura, se fraguaron los documentos mediante los que sus cuantiosos bienes pasaron a manos del almirante Emilio Eduardo Massera y sus secuaces. Vistos por última vez en el centro clandestino de la Armada, Victorio y Omar jamás aparecieron. La desolación envolvió a la familia, y una parte debió partir al exilio.

Marcada por aquella infancia mendocina y por el infortunio posterior, María Josefina Cerutti, nieta y sobrina, invoca los recuerdos atesorados entre las paredes de la querida Casa Grande para escribir un libro único y entrañable donde retrata con gracia y agudeza inusual la historia de una familia especial. La de esa estirpe de productores de vino italianos famosos por su atractivo, su elegancia y su cosmopolitismo. Pero también por sus excesos.

«Los Cerutti no eran una familia de tradición política. Por lo general, la única participación de estos primeros inmigrantes fue en el ámbito de las colectividades a las que pertenecían o en el mundo de la industria del vino. Diferente es la situación de la tercera generación. Muchos hijos de inmigrantes italianos que se dedicaron a la industria del vino participaron en política.»

«Cuatro meses después del secuestro y desaparición de Victorio y de Omar, la tierra de la Casa Grande tenía otros dueños. Con un acta de asamblea fraguada en los sótanos de la ESMA, obligaron a Victorio a firmar la cesión de Cerro Largo S.A. a favor de Will-Ri S.A.

«Años y años lucharon algunos vecinos de Chacras de Coria para cambiar el nombre del barrio. Lo lograron a fines de diciembre de 2011. Ahora es “Barrio Casa Grande”.

En 1998 la Casa Grande fue declarada Patrimonio Histórico de la provincia, y el 4 de diciembre de 2014 el Estado nacional la expropió para establecer otro Archivo Nacional de la Memoria. »

1 Comentar este artculo

  1. Eduardo Giacchino Dijo:

    Agradezco y felicito a mi prima Ma. Josefina, hija de mi querido tío y padrino, Coco Cerutti, por poner luz a un hecho sombrío que destruyó a la familia Cerutti-Giacchino. Después nada fue lo mismo, porque más allá de las pérdidas humanas, muchos de los que quedaron se fueron del país por miedo a sufrir igual suerte. Añoro volver a Chacras, visitar esa Casa Grande que de chico me asombraba su sala de esgrima rodeada de hermosos viñedos, o cuando jugaba en la sala de trenes. Deseo “sentir” algo de mi infancia y mis afectos. Atte. Eduardo Giacchino

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