Varias instituciones públicas y privadas se unieron para rescatar los humedales pertenecientes al sistema de Lagunas del Rosario, luego de varias décadas de degradación y abandono. Hoy reaparecen especies de la fauna y la flora autóctona, y existe un mejoramiento de la calidad de vida de los lugareños. He aquí la explicación de tres de los responsables del proyecto: Heber Sosa, Patricia Peralta y Nidia Amaya.
En 1999 se crea el Sitio Ramsar Lagunas de Guanacache, Desaguadero y del Bebedero, a raíz de la preocupación por el estado de degradación que existía en el otrora refugio de la comunidad huarpe, dedicada a la pesca y caza de aves. Compartido en principio por las provincias de San Juan y Mendoza, a partir de 2007 se sumaron San Luis y la Administración de Parque Nacionales. El objetivo era comenzar la restauración de los principales humedales que conforman el complejo, aprovechando el agua residual que llega desde los oasis.
Este Sitio Ramsar cuenta actualmente con 962.370 hectáreas y la finalidad de su protección es poner a salvaguarda el sistema lagunar, la biodiversidad que lo habita y poner en valor a una cultura –los “laguneros”- que vive armoniosamente de los recursos que le suministra este espacio natural.
Desde la Fundación Humedales y la Avina, la Dirección de Recursos Naturales, la de Hidráulica, la Tecnicatura en Conservación de la Naturaleza del IEF Mendoza y la Universidad Nacional de Cuyo, conjuntamente con la activa participación de las comunidades locales, vienen trabajando en este sentido.
De la degradación a la restauración
Desde 2011, este grupo de trabajo viene llevando a cabo el proyecto de conservación y restauración de este Sitio Ramsar en las lagunas y bañados del área de territorio mendocino.
Se interviene a través de obras livianas para control de la erosión retrocedente en cárcavas laterales al río Desaguadero, en las localidades de El Retamo y El Forzudo. Las obras diseñadas por técnicos, consultores y lugareños -los puesteros-, constan de terraplenes revestidos con geotextil reforzados con bolsas de plastillera, rellenas de tierra fértil y rizomas de plantas acuáticas como juncos y totoras (Juncus baticus, Typha dominguensis y Scyrpus californicus).
A modo de azudes y trampas de sedimento, cada obra funciona deteniendo la erosión retrocedente de las cárcavas que desaguan bañados, ciénagas y viejas lagunas. Con las intervenciones, no sólo se pretende aprovechar el agua de origen pluvial o fluvial para la recuperación de las condiciones ecológicas de estos ambientes, sino además aportar algo de solución a los problemas de sequía que afecta directamente al desarrollo ganadero de la zona.
Los destinatarios, pobladores ganaderos, alcanzan unas 100 familias que saldrían beneficiadas como resultado de las acciones de restauración y recuperación de los servicios ambientales de los humedales, base de sus actividades tradicionales.
En total fueron diez las obras que se concretaron. Por el llenado de seis de ellas se pudo almacenar 1,3 hectómetros cúbicos de agua durante las lluvias de verano, lo que equivale a 480 piletas olímpicas. Si bien el proyecto en un principio estuvo pensado para “juntar” el agua del río San Juan, el reducido caudal de éste y la intensificación de las precipitaciones estivales en el llano hicieron que cambiara el enfoque y hoy se piense en el aprovechamiento del agua de lluvia fundamentalmente.
La Pasarela
Una de las obras más importantes se realizó en una zona conocida como “La Pasarela”, lo que le da nombre al sitio. Se trata de un puente colgante, que en otras épocas sirvió para el traslado del ganado caprino de una orilla a la otra, de lo que fue un brazo del río Desaguadero.
Este sector es una gran cárcava o barranca que se hizo producto de la erosión y que va avanzando para atrás. Tiene tres kilómetros de largo y se abre en cinco partes, completando unos 20 kilómetros de barrancas. Esa extensión representa lo que sería una de las “rajaduras”, por la que se vacía la laguna cada vez que llega el agua. Los habitantes de la zona relatan que el agua no se acumula porque se pierde por estas grietas. Se va hacia el río Desaguadero, se saliniza y se pierde de un día para el otro. Por eso allí se decidió realizar la obra de restauración: un terraplén revestido.
Las obras se realizan con máquinas y tierra del lugar, que es depositada y compactada. Luego se coloca una membrana geotextil y bolsas con tierra y raíces de totora y junco -vegetación propia de este tipo de humedales- como refuerzo.
Además de retener el agua, la obra también funciona como una trampa de sedimento. “Las partículas que trae el agua se van embancando, lo que genera el efecto buscado de que el piso de la cárcava vaya subiendo hasta alcanzar sus niveles originales. Con el paso del tiempo la idea es que el agua que ahora está allí suba lo suficiente para cubrir la mayor superficie posible que abarcaban las lagunas de antaño”. Explica heber Sosa, el responsable.
Solamente en ese sitio se ha almacenado hasta el momento un hectómetro cúbico de agua, por lo que los signos del humedal son bien visibles.
La Pasarela en diciembre de 2014...
...y en marzo de 2015.
Qué pasa hoy
Gracias a estas obras son muchos los cambios positivos que se pueden comprobar.
En primer lugar, el volumen de agua acumulada tiene su origen en las lluvias del verano, lo que sirve de ejemplo de que es posible realizar obras destinadas a almacenar el agua de lluvia y que ésta contribuya a la recuperación de los viejos humedales. Esto es muy importante, si tenemos en cuenta los efectos del cambio climático tan evidentes en los últimos cinco años y, fundamentalmente, porque Mendoza se encuentra en permanente estado de alerta por la crisis hídrica.
La acumulación de agua está permitiendo mejorar la calidad de vida de los habitantes del lugar, dedicados principalmente a la cría de chivos. Por otro lado, se han podido organizar accesos para que los animales de la zona puedan usar el espejo de agua como bebedero.
Se observa una significativa reducción de sales en los cuerpos de agua, como así también algunos elementos potencialmente tóxicos tanto para el ser humano y ganado, como para la biota acuática. Por ejemplo, el Arsénico y el Vanadio son conocidos por ser una de las causas de la mala calidad de agua en la región, debido a su elevada concentración. Sin embargo, en las lagunas restauradas, luego de las lluvias, se registró que ambos elementos se encuentran ausentes o por debajo de las concentraciones permitidas por la Organización Mundial de la Salud.
La biodiversidad es mayor, con la reaparición de especies tanto de flora y fauna terrestres.
Las condiciones actuales favorecieron también el crecimiento de especies acuáticas como macrófitas (plantas acuáticas) y especies microscópicas vegetales (algas) y animales (caracoles, insectos acuáticos, crustáceos), anfibios y aves.
Las especies identificadas microscópicas que habitan en la columna de agua de las lagunas constituyen una fuente nutritiva óptima, lo que estaría indicando que este ecosistema puede volver a ser colonizado por especies de peces.
La limnóloga Pato Peralta hace su trabajo.
Trabajo con la comunidad
La participación de la comunidad en el proyecto fue un factor clave para el avance del mismo. Se realizaron talleres y entrevistas semiestructuradas. Se trabajó en intercambio de saberes locales y académicos, favoreciendo instancias de interacción a nivel local, entre diversos actores institucionales vinculados con la problemática del agua y referentes de la comunidad dispuestos a brindar información.
Los rersponsables del proyecto participaron en eventos comunitarios, como carreras de caballos y fiestas patronales, y así lograron relevar aspectos vinculados con la cultura lagunera, dinámica de crecidas, antiguas obras realizadas por los pobladores, historia del aprovechamiento local del agua, sitios adecuados para realización de obras.
Como información relevante surgieron acuerdos entre pobladores, percepciones acerca de la degradación del humedal, etapas o años de sequías y crecidas a finales del siglo XX. En la actualidad la información relevada ha servido para tomar importantes decisiones en el avance del proyecto de restauración. Se logró que la comunidad se apropie del proyecto participando activamente en el diseño y construcción de obras.
Hacia el futuro, está previsto aumentar el número de obras, con la participación de comunidades de las provincias vecinas, los cuales han pedido incluirlos debido a los buenos resultados obtenidos.
La Historia
Tierra de Huarpes, pescadores y cazadores.
A la llegada de los conquistadores españoles a Mendoza, unos 15.000 aborígenes se distribuían en el territorio entre los ríos Mendoza, Diamante, Desaguadero, la cordillera y se encontraban junto a los cursos de agua.
Según menciona Roig en “Mendoza. Crónica de una identidad” , en la época de la conquista prehispánica (siglos XVI-XVIII), en el “país de Cuyum” vivían pueblos dedicados a la agricultura conservando el viejo sustrato cazador –recolector: los Huarpes.
La zona de las lagunas de Guanacache fue el área de refugio de los Huarpes y sus descendientes hasta entrado el siglo XIX. Balsas individuales de totora, utilizadas por los pescadores y cazadores de aves, y canastillos decorados con madejas multicolores de lana son partes de las huellas que el presente aún conserva de ellos.
Las Lagunas de Guanacache eran muy extensas y dieron vida a una floreciente comunidad de pescadores que “se fueron con ellas”. Se estima que a principios del Holoceno abarcaron una superficie de 7.200 km2.
Desde mediados del siglo XX, este ecosistema acuático comenzó a presentar síntomas de degradación debido a la falta de aporte de agua desde los ríos que las alimentaban, (construcción de embalses y canalización para aprovechamiento del recurso hídrico). A esto se fue sumando la sequía, como así también la falta de manejo de otros recursos del área que provocaron deforestación y erosión del suelo.
Este proceso de degradación impactó en los lugareños, “los laguneros”, lo que produjo la emigración de muchos de sus pobladores.
Como parte del manejo, se dispersan semillas de agropiro -gramínea forrajera- con el fin de que una vez arraigadas en las orillas favorezcan el fortalecimiento del suelo -disminución de la erosión-, además de servir como pastura para los animales.
Integrantes del proyecto
Coordinador: Heber Sosa
Trabajo con la comunidad: Nidia Amaya
Hidróloga: Sara Rodríguez
Topógrafo: Enrique Guerra
Analista en ecosistemas acuáticos: Patricia Peralta
Monitoreo de flora y fauna: Hugo Asencio
Auxiliar de Hidrología: Jennifer Delgado
Técnicos en Conservación de la Naturaleza- IEF: Agustín Guaquinchay –poblador de la zona-, Jerónimo Sosa, Diego Zeverini y Mauricio Ferrari.
Videísta: Alcides Araya