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Donde mora el sol: El poemario de nuestra vecina Gladys Alonso de Noceti

Por Nicolás Sosa Baccarelli

“Soy lo que soy, lo que no supe o pude. Apuro el paso con los años. Lo que dejé de ser” -confiesa en verso Gladys Alonso. Nació en Mendoza y desde hace varios años está radicada en Chacras.  Ejerció la docencia durante 25 años en Mendoza y Río Negro.   Es poeta y narradora, con varias publicaciones en su haber, en diversas antologías.   Participó del libro “Historias de Luján por lujaninos” e integra talleres literarios de la comunidad, entre ellos el dirigido por la profesora Raquel Aznar, nuestra amiga y colaboradora.

Foto: Biblioteca Alberdi

-¿Cuándo empezaste a escribir?

-En cuarto grado gané un concurso de redacción cuyo tema era “El agua”; para mí fue un acontecimiento compartir con otros chicos, en una escuela de Rivadavia, su lectura. Aunque, más tarde, en la adolescencia, las clases de literatura incentivaron mi gusto por la lectura y la escritura.

-¿Cómo nació “Donde mora el sol”?

-Nació después de muchos años de recopilar escritos y gracias al impulso de María Cristina Ramos, escritora, quien colaboró generosamente en mi decisión de seleccionar y “dar a luz” algunos textos.

-¿Cómo han influido los paisajes donde has vivido en tu poesía?

-Definitivamente, soy el paisaje que me rodea. Hay una comunión con la naturaleza que exacerba mi imaginación y mi sensibilidad. Viví muchos años en la Patagonia y allí aprendí a reconocer la voz de los desiertos, las bardas, los vientos. Pero extrañaba las montañas y mi propia tierra mendocina. En cualquier lugar, me gusta mirar por las estrellas.

-¿Cuál dirías que es el tema de tu poesía?

-No creo que un tema en particular pudiera definir mi poesía. De cualquier manera, la comunión con el paisaje y las cosas cotidianas que me rodean siguen siendo una fuente inagotable de posibilidades creativas.

-¿Desde cuándo vivís en Chacras?  ¿Cómo te sentís acá?

-Vivo en Chacras de Coria desde hace doce años; al principio me sentía una “forastera”. Ya no. Hay historias y vivencias que voy conociendo de a poco, en el andar cotidiano y hacen que uno se aquerencie en el lugar. Los desarraigos siempre dejan su huella y hay que ir acomodándose. Cuando venía a Mendoza de “visita” recorríamos Chacras con mi familia y en su momento la elegimos para vivir. Nos atrajo su clima agradable, su impronta de pueblo a pesar de la cercanía con la ciudad.

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