Archivo | febrero 5th, 2014

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Historias de vida: Johanna Rotk, “la alemancita” del Aconcagua

Por José Félix Suárez

El niño norteamericano Tyler Armstrong, de origen californiano y tan sólo 9 años de edad, de  apenas 32 kilos y 200 gramos  de peso, se convirtió el 24 de diciembre pasado en el andinista más joven de la historia en alcanzar la cima del Aconcagua, el pico más alto de la cordillera de Los Andes con sus 6.962 metros de altura.

El ahora llamado “niño récord del Aconcagua”, estudiante en su país y apasionado del andinismo, ya cuenta con experiencia en otras montañas: a los 7 años escaló el Monte Whitney (4.421 metros) el más elevado de los Estados Unidos y a los 8 el Monte Kilimanjaro (5.895 metros) en Africa.

En esta ocasión hizo cumbre en nuestro “coloso de América” a las 15.30 de la víspera de la Noche Buena y la Navidad. Lo logró acompañado de su padre Kevin Armstrong (30), que se desempeña laboralmente en el FBI (Federal Bureau of Investigation), y del guía sherpa Lhawang Dhondup (50), luego de nueve jornadas de marcha a través de la ruta conocida como Falsos Polacos.

Para hacer posible el singular desafío, el papá de Tyler, de nacionalidad inglesa radicado hace años en Yorba Linda (California), obtuvo un permiso especial del Quinto Juzgado de Familia, que preside la Dra. Elsa Galera, porque la legislación vigente prohíbe que lo hagan los menores de 18 años de edad. Salvo  aquellos que tengan entre 14 y 17  y cuenten con una autorización escrita de ambos padres, lo que debe gestionarse por intermedio de la Dirección de Recursos Naturales Renovables. Este es el segundo antecedente de un menor autorizado por la justicia  de Mendoza, porque en 2008 también se permitió que lo hiciera un chico de 11 años, Jordan Romero, que escaló hasta la cima con sus padres, Paul Romero y Karen Lundgren, también californianos.

En su página de Facebook -World Record Breaker Mount- el pequeño escalador y nuevo héroe de la montaña le trasmitió la feliz noticia del ascenso a su mamá Priscila con este sincero mensaje: “I love you, mom!” (“¡te amo, mamá!”).

Primer antecedente: “La alemancita”

La increíble hazaña de Tyler Armstrong, que recorrió el mundo en los últimos días del año pasado, trajo a quien esto escribe el recuerdo de Johanna Rotk, aquella pequeña criatura que sin quererlo, hace 20 años, en enero de 1994, resultó protagonista de una singular aventura.

Johanna, “la alemancita” como se la llamaba entonces con mucha ternura, tenía en esos momentos apenas 2 años y 3 meses de vida cuando fue descubierta en Plaza de Mulas escondida en la mochila de sus padres, Wigbert y Cornelia Rotk, quienes intentaban el ascenso al Aconcagua por la Pared Norte, la más accesible de las cuatro rutas que llevan a la cumbre.

La pequeña fue obligada a descender en cumplimiento de una disposición emanada del entonces titular del Tercer Juzgado de Menores, Dr. Ismael Jadur, en estricto cumplimiento del Art. 75 de la Ley 1304, que obliga a toda persona a denunciar situaciones de peligro o riesgo de un menor.

La orden se conoció a las 3.30 de la madrugada del jueves 27 de enero cuando el citado magistrado actuó de oficio al tomar estado público la noticia de que la pareja de andinistas alemanes había ocultado a su hija en una bolsa de viaje entre equipos de escalada, ropa de abrigo y latas de comida, con la intención de continuar la marcha al día siguiente. Un móvil policial de  la Seccional 23 con asiento en Uspallata se trasladó hasta el puesto de Horcones, donde una comisión de guardaparques llegó por la mañana del mismo jueves 27 con Johanna y sus padres. Se labró un acta y la familia alemana pernoctó en Uspallata previo constatar en el hospital regional de esa localidad que la menor se encontraba en perfecto estado de salud.

El viernes 28 Wigbert Rotk, de 31 años, restaurador de casas antiguas en su país, regresó a la montaña para alcanzar la cima días después. Cornelia, la mamá de 29 años, enfermera especializada en pediatría, empleada en un hospital de su país, esperó con la niña en el complejo turístico Ayelén, de Los Penitentes, el regreso de su marido. El matrimonio provenía de la ciudad de Eisenach, en la región de Thuringen, a unos 200 kilómetros de Frankfurt.

“¡Papá, papá!”

Recuerdo la cobertura de aquella nota en esa época como corresponsal de la revista Gente en Mendoza que me envió al lugar del hecho. La beba se había convertido en el centro de atención de todos en Los Penitentes. Tenía el pelo muy cortito, bien rubio, como una espiga de trigo dorada al sol. Una carita redonda, un par de ojos muy vivaces, saltones, bien abiertos. Su retrato era el de una verdadera “alemancita” como se la conocía cariñosamente.  Se la veía muy feliz, inquieta, curiosa, muy mimosa, jugaba a los avioncitos con sus manos desplegadas corriendo de un lado a otro, escuchaba música, garabateaba hojas de un viejo cuaderno como si dibujara esas montañas que la rodeaban y se aferraba a las faldas de su mamá.

Como toda beba de su edad, pedía el chupete cuando le venía el sueño y colgaba de su cuello un par de muñecos de trapo. Cuando sentía que nombraban a su papá desviaba la vista y observaba el Aconcagua perdido en la lejanía y casi oculto por otras montañas y balbuceaba “¡papá, papá!”.

En el final de esta asombrosa historia que ocurrió hace exactamente 20 años y que hoy recordamos en Correveidile, compartimos el testimonio de la mamá de la pequeña que resultó posible con el apoyo de la interprete Hilda Delanncy de la empresa Aconcagua Express: “Nuestra hija es el tesoro más preciado que tenemos, lo que más amamos en la vida. Jamás hubiéramos permitido que algo malo le pasara, de ningún modo habríamos expuesto su vida a un peligro serio. Jamás nos hemos separado de ella y por eso la trajimos a la Argentina donde visitamos primero las Cataratas del Iguazú y después el Valle de la Luna en San Juan. En Mendoza, nos deslumbró el Aconcagua y queríamos compartir con nuestra hija el recorrido por la montaña. No actuamos de mala fe. ¿Usted piensa que nos podríamos perdonar si algo malo le sucedía?”. Ajena a todo, sonriendo con dulzura, Johanna continuaba jugando, mirando esas montañas que había tenido tan cerca.

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