Archivo | enero 15th, 2014

Adiós a Juan Gelman -->

Adiós a Juan Gelman

Juan Gelman

(Buenos Aires, 1930- México, 2014)

El gran poeta, escritor y periodista argentino murió hoy martes 14 de enero,  a los 83 años en la Ciudad de México, donde residía desde hace casi veinte años. Autor de más de 30 libros, recibió en 2007 el Premio Cervantes, entre otros importantes galardones literarios.

Militante de la justicia social y los derechos humanos, tuvo que exiliarse en 1976, por lo que residió en varias ciudades del mundo hasta que se radicó definitivamente en México, donde alternaba su actividad política contra el gobierno militar argentino con trabajos de traducción para la UNESCO. Sufrió la desaparición de sus hijos Nora y Marcelo y la de su nuera Claudia. Tanto dolor, se vio en algo compensado cuando, al cabo de muchos años de agotadora lucha, en enero del 2000 vivió la felicidad inmensa de recuperar a su nieta apropiada, Macarena, nacida en cautiverio en Uruguay, adonde había sido trasladada su madre, en el marco del Plan Cóndor,  pergeñado por el Gobierno de Estados Unidos y las dictaduras militares sudamericanas.

Su última visita al país fue en agosto del año pasado en ocasión de la presentación de su libro “Hoy”.


Su poesía:

EL CABALLO DE LA CALESITA

Trajín, ciudad y tarde buenos aires.

Aire de plaza, ruido de tranvía.

(Galopando una música de tango

gira el caballo de la calesita.)

Los hombres van y vienen. Una vieja

vende manzanas en aquella esquina.

(Corazón de madera, ojo pintado,

gira el caballo de la calesita.)

Un grave industrial hace negocios.

Un vago duerme junto a la banquina.

(Transitado de risas y de niños

gira el caballo de la calesita.)

Una pareja se ama. Un angustiado

compra cianuro, escribe y se suicida.

(Ha muerto un ruiseñor. Pero no llores,

gira, caballo de la calesita.)

Os contaré una historia maravillosa y cierta.

Una tarde (el crepúsculo lentamente caía)

se me llenó la boca de soledad. Desierta

era mi sangre. Mi alma ni un pájaro tenía.

Caminaba. A lo lejos se oían los violines

que el crepúsculo toca para verme más triste.

Mi alma se vestía de lentos adoquines.

(Mi alma en la soledad no se desviste.)

Iba sin una luz, sin una rosa.

Sin un poco de mar, sin un amigo.

me vio el caballo de la calesita,

me vio tan solo que se fue conmigo.

Y ahora en mi corazón y desde entonces,

transitado de niños y de risas,

prisionero en mi música voltea,

gira el caballo de la calesita.

(Tiene el ojo pintado.

Su corazón es de madera limpia.)

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