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Correo de lectores: Abuelos de la magia

Hay un gusto que tiene el tiempo, recordar a los Abuelos, qué menos a cambio de tanto que nos dieron. El trabajo de los Abuelos es La Magia.

Contaré dos historias…

Por Luis Jait

La Abuela Berta va y viene por el patio, desde la Cocina del Invierno, dentro de la casa a la Cocina del Verano, al lado de la bomba de agua, de los pinos.

Usa el pelo corto y recogido, canosa desde siempre, el rostro limpio, con las marcas del tiempo marcando el dolor, lleva un delantal recogido donde carga verduras y vaya a saber qué más.

Cuando los nietos nos acercamos, quizás para preguntarle sobre dónde está algún primo o el Abuelo ella nos dice…

-Ay, ay!

Y en un gesto que quizás esperó todo el invierno por nosotros, saca una Tita o una Rodhesia y nos la da.

A veces me sucede, estoy en un kiosco y extraña situación, también hay aquí Titas o Rodhesias.

La Magia de la Abuela Berta hace aparecer, aquí y ahora, tan lejos en tiempo y lugar, sus “Ay, ay”.

El Abuelo Gregorio tenía un sulky con su caballo Firpo, que se tomaba su tiempo para llegar al campo y luego para volver.

En el campo tenía dos alazanes, el Chiche y el Tauro, y otro, que no nos dejaban usar, un galpón lleno de bolsas, con lechuzones, patos, gallinas, chanchos y por supuesto vacas.

Había, como si con todo eso no alcanzara, tres situaciones definitivas…

El molino, donde el Abuelo a veces se trepaba para hacer no se qué; la laguna, donde íbamos a buscar patitos y el Rayito, ese otro caballo que no nos dejaban usar.

El Rayito fue el tema de conversación de un encuentro de nietos en Barcelona, ninguno se atrevió a dudar de que el Rayito era el Mejor Caballo que Jamás existió, un Bucéfalo de la familia.

Cada mañana cuando me levanto abro la ventana que da al parque, a veces tengo suerte, el rocío, el verde del pasto, los árboles, mi perro Benito, insisten en reclamar que ese instante no es de aquí ni de ahora, es de allá, en Rivera y en mi niñez.

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