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El Chino Trejo

Cuando niños nuestra única diversión al atardecer, era salir a la vereda de la calle Pueyrredón para ver pasar algún automóvil o persona.

Nos sentábamos a la salida del callejón de nuestra casa,  en el borde del sifón que siempre traía agua de riego y escuchábamos su cantarino sonido y nos dedicábamos a saludar a quien pasara.

Buenas tardes Don Videla.

Adiós Don Guillermo.

Cómo está Ud. Doña Victoria.

Y así todas las tardes.

A  ambas orillas de la calle crecían chañares, había preciosos álamos, acacias, carolinos, eucaliptus y sauces que en la actualidad algunos vecinos inescrupulosos llegados en los últimos tiempos, hicieron cortar como si les pertenecieran.

A la altura del 2410 bajo un inmenso álamo había una tumbita que mi nona Italia Merlo decía que había sido edificada en recuerdo de la muerte del llamado Chino Trejo. Este personaje que circulaba a caballo por allá, 1920, era un moreno delgado, de labios gruesos y tupido bigote. Vestía humildemente. Sobre su cabeza llevaba un sombrero negro chato de ala ancha. Sobre sus bombachas de campo de un celeste desteñido, ajustaba su cintura con una faja de lana negra que dejaba ver sobre la camisa blanca percudida por el tiempo, un facón de empuñadura de cuero marrón muy gastada.

Llegada las siete de la tarde,  después de consumir algunos tragos en la esquina de la Virgen,  regresaba montado en su petiso criollo, a su rancho en el pedemonte.

Una tarde y al parecer después de una discusión subida de tono, montó en su cabalgadura y fue seguido sin que él lo notara y  frente al inmenso álamo, una certera puñalada por la espalda lo dejó desangrándose en el lugar. Horas más tarde la policía llegó a levantar el cuerpo sin vida del infortunado hombre. Nunca se supo quién lo hizo, y quizás nadie lo lloró.

Después de ese episodio y sin saber en qué momento, ni quién la construyó, apareció una casita en su recuerdo. Los lugareños, que no lo conocían muy bien pero como su muerte había sido turbulenta, comenzaron a dejarle ofrendas de flores o velas encendidas que acumulaban cebo junto al árbol.

Esa tumba estuvo allí enclavada durante largos años, hasta que en el 2009 apareció quemada y sólo quedaron negros carbones en el lugar.

Silvia Beatriz Garguir

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